Antes de amarte, amor, nada era mío: vacilé por las calles y las cosas: nada contaba ni tenía nombre: el mundo era del aire que esperaba.
Yo conocí salones cenicientos, túneles habitados por la luna, hangares crueles que se despedían, preguntas que insistían en la arena.
Todo estaba vacío, muerto y mudo, caído, abandonado y decaído, todo era inalienablemente ajeno,
todo era de los otros y de nadie, hasta que tu belleza y tu pobreza llenaron el otoño de regalos.
©Pablo Neruda
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