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No hay en febrero rosas, pero el rosal persiste, y aun sin ver las estrellas sabemos que allí están; puede el sol ausentarse, pero nunca desiste de encender tus ventanas, caldear tu zaguán.
No me verás a veces, será larga la ausencia, ni rozaré tu mano ni escucharás mi voz; pero eso no aminora fervor ni dependencia, ni el ansia irreprimible de abrirte el albornoz.
Me han entrado tus horas bajo la piel como agua subyacente en la arena, como luz al cristal; y al llevarlas, te llevo, mi dorada piragua, recorriendo mis venas, sosiego y carnaval.
No dimensiono el tiempo por números ni anchura, la densidad me impele más que la longitud; cada instante en el hueco de tu abrazo perdura más que siglos de historia, rango de infinitud.
Volveré, como vuelve la cigüeña a la torre, como vuelven los ánades, como las primaveras; no corre tanto el tiempo como el deseo corre, pero estaré contigo…, sólo si tú me esperas.
Francisco Alvarez
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