Cuenta la mitología griega que una joven y bella ninfa de agua de nombre Clitia vivía enamorada del dios Helios, el sol que alumbraba el firmamento. Cada día esperaba su salida y lo observaba durante su recorrido por el cielo hasta que finalmente se perdía en el horizonte.
Pero Helios, que no sentía la misma adoración hacia su enamorada, sedujo cierto día a Leucotoe, hermana de Clitia, lo que le rompió el corazón. Entonces Clitia corrió hacia su padre, Órcamo, y le contó lo sucedido. Éste, enfurecido por la acción de Leucotoe, la encerró en una fría cueva hasta que la vida escapó de su cuerpo.
Pero ésto no hizo sino empeorar las cosas. Helios, lleno de ira, despreció a la Clitia. Pero, sin embargo, ella siguió observándolo día tras día, hora tras hora, minuto a minuto, hasta que su mirada se agotó.

Entonces los Dioses del Olimpo se apiadaron de ella y la convirtieron en una flor, el girasol, el cual, desde que nace y abre sus pétalos, no deja de seguir al sol en su recorrido por el firmamento.

Amor entre girasoles

Siempre buscando la luz

Los girasoles más preciosos de todos