Benjamín Franklin paseaba cierto día con un amigo más joven que él,
que le preguntaba sobre la ansiedad y la inquietud que provoca el hecho de poseer demasiadas riquezas.
Aquel le dio un ejemplo práctico.
Viendo cerca una canasta de manzanas, tomó una de ellas y se la dio a un niño
, quien le agradeció con una amplia sonrisa.
Tomó entonces otra manzana y se la dio también.
La alegría del pequeño ya no tenía límites.
Tomando una tercera manzana se la dio al niño.
Este, a pesar que tenía sus dos manos ocupadas, con gran esfuerzo logró tomar la tercera manzana,
mas por un descuido, la tercera manzana cayó a un riachuelo.
El chico rompió a llorar.
"He aquí un hombre pequeño con demasiadas riquezas para poder gozar de ellas -dijo Franklin-:
con dos manzanas era feliz; con tres, ya no lo es.
Gra Baq

|