Con fe y compasión, hacemos brillar la paz de Cristo en el mundo.
Paz mundial
Éste es el momento para un nuevo mundo. Nada permanece inmóvil, ya que el cambio es la norma del universo. Éste es el momento para renovar nuestra creencia en la paz mundial. Con el Cristo de nuestro ser como compañero omnipresente, seguimos la guía divina, cocreando un mundo de paz.
La paz de Cristo satura nuestros pensamientos y acciones. La inventiva presenta nuevas soluciones. No vemos ni esperamos ver que nuestras circunstancias sigan siendo las mismas. Expresamos nuestra fe y compasión, al crear curación e influenciar cambio. Nuestras relaciones se renuevan y las situaciones se transforman. La comprensión y la paz prevalecen. De corazón a corazón, establecemos paz en el mundo.
“Se acordaba de su pacto con ellos y se compadecía conforme a la muchedumbre de su misericordia.” —Salmo 106:45
A veces, sin esperarlo ni haberlo deseado, recibo destellos de inspiración y discernimiento espiritual. Es como si las ideas divinas estuvieran flotando en mi mente y de repente una de ellas cae en mi conciencia cuando tomo una ducha o conduzco mi auto, y no tengo ni papel ni lápiz al alcance.
Las ideas divinas también me llegan en oración y meditación, mientras mi corazón recibe un tierno llamado que me hace saber. Sin importar cómo aparecen, las ideas divinas me conducen a la acción por medio de revelaciones de la Verdad.
Al seguir la guía interior, comienzo a visualizar y discernir nuevos modos de manejar los asuntos de mi vida. Las ideas divinas me alientan a soñar un nuevo sueño e ir más allá de mi comprensión actual para lograrlo.
“Enséñame, Jehová, tu camino y guíame por senda de rectitud.” —Salmo 27:11
Éste es el momento de recordar a aquellos que me han bendecido personalmente y de honrar a aquellos que han bendecido al mundo con su compromiso de amor y paz. Como miembros de la familia de Dios, cada uno de nosotros ha proyectado la luz de Dios hacia el mundo.
La fe que han demostrado en momentos de adversidad brinda esperanza a aquellos que la necesitan, alienta a quienes atraviesan dificultades e inspira a aquellos que siguen sus pasos. Su legado insta a lo mejor en ellos a surgir y a ser vivido cada día.
Visualizo a aquellos que siguen presentes en mi vida y a los que han fallecido, con ojos de amor, sabiendo que son siempre sostenidos en el amor de Dios.
“Dios, a quien sirvo en mi espíritu anunciando el evangelio de su Hijo, me es testigo de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones.”—Romanos 1:9
Hoy puedo saludar a alguien especial con este mensaje de aprecio.
“Gracias por dedicarte a ayudar a otros en asuntos grandes y pequeños. Actúas con una intuición que te guía a ser una gran ayuda para los demás.
“Sirves en muchos modos y con una variedad de medios, aplicando tu discernimiento a las necesidades de otros. Anticipando posibles retos, estás preparado para enfrentarlos, con tal habilidad que lo que haces pasa desapercibido. Aprecio tu habilidad de reemplazar las malas decisiones antes de que se conviertan en errores que deban corregirse.
“Gracias por tu diario aporte positivo. Doy gracias a Dios por el regalo de tu presencia. Con compromiso y pasión, mejoras los días, el trabajo y las vidas de muchos.”
“Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones.”—1 Tesalonicenses 1:2
Disfruto de la sustancia del Espíritu y la acepto con gratitud.
Prosperidad
Soy abundantemente bendecido por la actividad y belleza de mi mundo. El sol sale y resplandece a través de mis ventanas. Los pájaros me saludan con un gozoso trino matinal. La lluvia cae, los arco iris aparecen, las flores retoñan y la luna llena brilla en la noche. Todas son expresiones de la sustancia del Espíritu, y acepto cada una con gratitud.
Cuando mi vida toma un curso inesperado, tal vez pierda noción temporalmente de las maravillas que me rodean. Siempre regreso a la conciencia de que Dios es todo bien en todo momento. Luego, veo las circunstancias con nueva comprensión y aprecio por Su bondad ilimitada. Esta bondad divina bendice mis relaciones, mis finanzas, mi trabajo y llena todo aspecto de mi vida.
“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis.”—Jeremías 29:11
Cuando mi vida toma un curso inesperado, tal vez pierda noción temporalmente de las maravillas que me rodean. Siempre regreso a la conciencia de que Dios es todo bien en todo momento. Luego, veo las circunstancias con nueva comprensión y aprecio por Su bondad ilimitada. Esta bondad divina bendice mis relaciones, mis finanzas, mi trabajo y llena todo aspecto de mi vida.
Viajo por nuevos caminos de exploración y renovación.
Vacación
Cualesquiera que sean mi estilo de vida, mis responsabilidades, mi trabajo o mis pasatiempos, necesito y merezco tomar vacaciones para apartarme de la rutina. Tal vez sea sólo disfrutar de un tiempo en el hogar, o un fin de semana en un retiro espiritual. Un viaje al océano puede regocijar mi espíritu. Al visitar otra cultura o país puedo expandir mi mente.
Cuando dedico tiempo a la exploración y la renovación, invierto en mi bienestar, dejando tiempo para recargarme espiritual, mental y físicamente. Una pausa en mi rutina normal me provee nuevas ideas, guía divina hacia las metas. Descubro un nuevo modo de obtener, servir y de cuidar de otros. Las antiguas rutinas abren paso a sendas nuevas y adicionales de exploración y expresión.
Doy gracias a Dios por la oportunidad de trabajar y jugar, de renovarme y sanarme.
“Jehová le dijo: —Mi presencia te acompañará y te daré descanso.”—Éxodo 33:14
Estamos seguros y a salvo en la presencia de Dios.
Protegidos
Tal vez sienta preocupación cuando los niños están alejados de la casa. Después de no verlos o no saber de ellos por cierto tiempo, quizás ansíe confirmar que están bien. Recuerdo que aunque no están presentes, siempre están en la presencia de Dios.
Los adultos son también hijos de Dios. No hay límite de edad para estar rodeado de la presencia divina. Dios nos ha creado para que seamos felices, estemos a salvo y en paz, aun cuando enfrentemos nuevas situaciones y estemos en otros sitios. Confío en Dios, y doy la bienvenida a las actividades nuevas y renovadoras. Cada uno de nosotros es guiado según actuamos con responsabilidad en la vida. El saber esto me calma y me hace sentir seguro. Soy un socio de Dios en la oración y en la confianza. Mis seres queridos y yo estamos seguros y protegidos en Su presencia.
“Tendrás confianza, porque hay esperanza; mirarás alrededor y dormirás seguro.”—Job 11:18
Soy una creación de Dios, por lo tanto, sé y acepto que merezco una vida de salud y abundancia. Estoy listo para lograr mi potencial total.
No critico mi manera de ser o pensar, por lo tanto, no me juzgo de acuerdo con lo que otros piensen. Soy una creación única de Dios. Dios crea el bien y sólo el bien. Estoy bien como soy, en el sitio correcto para desempeñar un papel que nadie puede hacerlo como yo.
Al igual que me valoro a mí mismo, valoro a los demás. Somos personas únicas, y cada uno de nosotros añade importantes valores a la totalidad, en forma de ideas y creatividad, dedicación y exploración.
Somos el bien de Dios en expresión, tal como somos y donde estamos.
Hablo con un corazón de amor y escucho con paciencia y receptividad.
Armonía
Valoro a la gente en mi vida, mi familia y mis amigos, mis compañeros de trabajo y mis vecinos. Sin nunca desear desacuerdos ni malas interpretaciones entre nosotros, busco modos de traer armonía a nuestras relaciones personales.
Consciente de no reaccionar con ira o frustración, busco en mi interior un lugar para encontrar amor desde el cual responder. Sé que no tengo todas las respuestas, pero por medio de la oración y con amor, recibo una guía muy clara. Mis palabras son afectuosas y valiosas, y mi corazón se abre. Al hablar y escuchar con paciencia y receptividad, ayudo a crear intercambios que nos unen en armonía y para nuestro apoyo mutuo.
Somos libres de expresar nuestra individualidad en modos que mantengan nuestra conexión firme, sustentadora y afectuosa.
“Sobre todo, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.”—Colosenses 3:14
Algunas palabras de sabiduría se hacen tan comunes que la profundidad de su verdad pasa desapercibida. Sin embargo, cuando me siento en medio de un reto, expresiones tales como: “Esto también pasará” y “No hay mal que por bien no venga”, me brindan consuelo.
Los problemas del mundo no son permanentes, pero el amor de Dios es constante. Puede dar la impresión de que las dificultades presentes no albergan ningún bien. Sin embargo, en la verdad, sé que cualquier dificultad sólo puede oscurecer mi visión del bien temporalmente. Las nubes no pueden extinguir el sol, su luz continúa brillando.
El amor de Dios nunca deja de brillar. El amor divino me muestra que el bien me espera. Su amor me consuela.
“Tú encenderás mi lámpara; Jehová, mi Dios, alumbrará mis tinieblas.” —Salmo 18:28
Hijo de Dios, fuiste creado para disfrutar de plenitud y bienestar.
Orar por otros
Mis pensamientos afectuosos y mis afirmaciones por otros son siempre modos de orar por ellos, bien se encuentren cerca o lejos. El orar y afirmar el bien por otros me bendice a mí también.
Cuando un ser querido pasa por un reto de salud, afirmo su verdad: Eres un hijo de Dios, creado para disfrutar de plenitud y bienestar.
Cuando los amigos o seres queridos logran algo maravilloso, tal como una promoción, un galardón o un título, celebro con gratitud: ¡Gracias, Dios, ellos se lo merecen!
Cuando me entero que alguien está confundido o estresado, le ofrezco esta seguridad: Nunca estás solo, Dios es tu fortaleza.
Con cada pensamiento y afirmación por otros, les envío mi amor y gratitud.
“Jehová, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, nuestros padres, conserva perpetuamente esta voluntad del corazón de tu pueblo y encamina su corazón a ti.”—1 Crónicas 29:18
La serenidad fluye de lo profundo de mi alma. Estoy inmerso en la paz.
Paz interna
Al sentarme al lado de un arroyo cristalino, descanso y observo cómo algunos peces se enfrentan a la corriente que viene en sentido contrario. En lugar de luchar contra la vertiente de agua, el pez permanece en calma y deja que la corriente siga su paso. Casi sin moverse, se ha hecho parte de la corriente.
Esta sencilla observación es un mensaje de paz para mí. Me doy cuenta de que sí puedo escaparme del ajetreo de las actividades diarias. Me aquieto y siento cómo los tranquilizantes efectos de la serenidad fluyen desde lo más profundo de mi alma. Inmerso en la paz, me unifico con Dios y me siento restaurado. Al profundizar mi descanso en Su presencia, disfruto de renovación y vitalidad.
Puedo volver a vivir este sagrado momento cuando lo desee. Centrado en la paz de mi alma, siento calma y serenidad, siento la paz de Dios en mí.
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