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Cuando en la calidez del vientre de tu madre te ibas formando, Dios te miraba y se deleitaba en el desarrollo de tus brazos, de tus manos, de tus piernas y de tus pies. El los alentaba para que cuando hubiesen crecido totalmente, los pusieses al servicio de todos tus hermanos.
Hoy dale gracias por cada paso que has dado a lo largo de la vida para servir a quienes te necesitaron, y por cada vez que extendiste tus brazos para recibir a tu prójimo.
Sin embargo también debes pedirle a Dios que te perdone, por las veces que tus brazos han estado ociosos, o los has puesto solamente al servicio de tus amigos.
Hoy es tiempo para comenzar de nuevo, redireccionando tus pasos al servicio de tus hermanos y extendiendo tus manos en un servicio de autentico compromiso hacía quienes Dios te envía
D/A.
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