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LA MUJER DE LA ALIANZA Al abrir hoy el libro del Apocalipsis, nos hemos encontrado a una mujer junto al arca de la Alianza. La Alianza es aquello que Jesús hizo en la Última Cena y en cada una de las Eucaristías que hacemos en memoria suya: los que forman su grupo, los que se consideran discípulos suyos hasta dar la vida, los que se comprometen a hacer del Amor el objetivo de su vida, y lo sellan por medio del Cuerpo y la sangre del Señor. La Alianza es la entrega mutua de los hombres y Dios. Pues bien, aquella mujer que aparece acercándose al arca de la Alianza de Dios simboliza a María, pero también a toda la comunidad cristiana: Ella es la Mujer de la Alianza, como nosotros somos el Pueblo de la Alianza nueva y eterna:
- Los que le hemos dado la mano a Dios y queremos combatir en su bando contra todos los dragones que nos puedan amenazar
- Los que hemos sido iluminados y coronados por el Señor, y queremos ir pintando el mundo de amor: de luz, de estrellas y de sol... borrando sombras y oscuridades y levantando a lo más alto a los que encontremos caídos
- Los que tenemos reservado un buen sitio en el cielo, al lado de Dios
Esta mujer está VESTIDA DE SOL:
- es una mujer brillante, luminosa, vital, cálida, que, como el sol espanta las sombras y ayuda a encontrar el camino
- que hace posible la vida, que provoca la vida y hace crecer la vida, y ella misma «da a luz» a la Vida, a Cristo Jesús
- que lo envuelve todo con su alegría, con su energía, con su vitalidad, como el sol
- vestida por Dios, vestida de Dios, sostenida en lo más alto por Dios, habitada por Dios
CORONADA DE 12 ESTRELLAS. No es una mujer solitaria, alejada del resto de los hombres, como si fuera una criatura especial. Sus 12 estrellas de la corona son el símbolo del pueblo de los 12 apóstoles. Ella ha nacido de nuestro pueblo, es lo mejor de nuestra raza -después de Jesús- y llega hasta Dios con nosotros de la mano, tirando de nosotros hacia lo alto, hacia el cielo. Como nosotros llegamos a Dios dándonos fraternalmente la mano. El Evangelio nos la pinta CAMINANDO DEPRISA por la montaña. No es una mujer parada, encogida, escondida en su casa; no parece que le haya preocupado la prudencia de reposar su embarazo, de sentirse importante, de esperar que vengan a servirla... No. Está más pendiente de lo que pueda necesitar su prima embarazada. Porque si es la ESCLAVA, la Sierva del Señor, ella sabe que el Señor quiere siempre estar cerca de los más pequeños y necesitados. Es una mujer LUCHADORA, valiente, rebelde, atrevida. Nada que ver con esa María que a menudo nos presentan: Dócil, conformada, en las nubes, pasiva, al lado de los ricos y poderosos y ella misma enjoyada y sentada en tronos. Es la que planta cara al Dragón, símbolo del poderoso mal que pretende siempre dañarnos, destruirnos, alejarnos de Dios para dominarnos como señor, para manejarnos según sus intereses. El Dragón es la injusticia, la desigualdad, la manipulación, la violencia, el odio, el materialismo, etc. El Dragón entonces era el Imperio Romano perseguidor de los cristianos. Pero es también cualquier poder, cualquier sociedad, cualquier estructura que daña al ser humano, lo intenta manipular, someter, destruir. ¿Y cuáles son LAS ARMAS con las que esta mujer le planta cara al Dragón? ¿Cuáles son las armas de los que queremos pelear contra el mal desde el bando de Dios? Su arma (y la nuestra) se llama Jesús de Nazareth y su Evangelio. Así:
- Ante la injusticia, ella proclama que el Señor derriba del trono a los poderosos, a los hambrientos los colma de bienes, y a los ricos los despide sin nada. Ella quiere que se extienda el Reino de justicia, igualdad, vida, verdad y fraternidad.
- Ante la violencia de nuestro mundo y de nuestros corazones, ella quiere dar a luz al Príncipe de la Paz: La paz os dejo, mi paz os doy...
- Cuando surgen las divisiones, los enfrentamientos, los conflictos personales; cuando nos sentimos desconcertados, con miedo, a la defensiva... ella nos reúne en oración para que pidamos el Espíritu que hace posible la comunión, el perdón, la valentía, el «salir fuera», el sentirnos hijos de un mismo Padre y por eso hermanos...
- Cuando hay tantos caminos en la sociedad, cuando no están claros los valores importantes, cuando nos dejamos enredar por estilos de vida egoístas, inhumanos, insolidarios, individualistas, ella nos recuerda que la felicidad está en las Bienaventuranzas, en Jesús, que es Camino, Verdad y Vida. Que «hagamos lo que él nos diga». Lo que nos dijo.
- Y cuando nos llega el sufrimiento, cuando se acerca la hora de nuestra muerte, ella es señal luminosa en el cielo, esperanza fuerte y signo de triunfo de Cristo Resucitado sobre el dolor, el mal y la muerte. Él ha sido el primero en vencer (2ª lectura) y después de él triunfarán todos los suyos. La primera -lógicamente- su madre; la seguirán los apóstoles, los mártires, los santos, y todos los que han luchado contra el poder del Dragón:
- los que han dicho con sus palabras y su vida: «Aquí está la esclava del Señor»
- los que como ella han guardado la Palabra en el corazón
- los que como ella en las bodas de Caná, se han dado cuenta de lo que nos falta, hablan primero con el Señor, y luego nos ponen en movimiento para que hagamos lo que Él nos diga
- los que han escuchado las palabras de Jesús en la cruz, y la han recibido como su Madre, madre de la comunidad de discípulos, y saben reunirse para orar y buscar la voluntad de Dios, pidiendo continuamente el Espíritu, un nuevo Pentecostés.
Así que hoy celebramos la Fiesta de la Asunción, esto es, la Fiesta:
- De los luchadores contra los muchos dragones que también hoy atacan al hombre y su dignidad
- De los que quieren cambiar el mundo desde el lado de los humildes, y huyen de los tronos y los poderes
- De los que trabajan para construir comunidad de hermanos
- De los que confían en que su destino es vestirse de sol, recibir la corona del triunfo que nos tiene preparada Cristo, y habitar en el cielo muy cerca de Dios.
Enrique Martínez cmf |