Había una vez un chiste tan, tan, tan, pero tan malo que le pegaba a los chistes más pequeños.
Eso era un ordenador tan rapido, tan rapido, tan rapido que salia de un bucle infinito en solo seis segundos.
Era una señora tan, tan, tan friolera, que hasta a las patas de la mesa les ponía medias.
Había una vez una persona tan pobre, tan pobre, tan pobre que no tenia ni hambre.
Había una mujer tan, tan, tan delgada, que cuando comía una oliva pensaban que estaba embarazada. |