El rabino Amran Anidjar nos enseña que cada uno,
en el transcurso de su vida, preguntará a menudo
acerca de cuál es el secreto para lograr la felicidad,
qué es lo que causa la tristeza y cuál es la fórmula
para poder ser felices en la vida.
El rostro común de una persona en la calle,
lamentablemente refleja preocupación, apatía,
inseguridad y si de repente vemos a alguien feliz,
rápidamente nos preguntamos sorprendidos
¿qué le pasa? Y eso sucede porque la gente no se
dedica a profundizar y averiguar cuál es la causa
de la tristeza y de la felicidad. Nuestros sabios nos
explican que la tristeza es consecuencia de la sensación
de que nos falta algo, es decir, cuando la persona siente
que le falta un hogar, que carece de dinero
, que no tiene descendencia, que no tiene una
pareja que le quiera, está triste porque no alcanza
a tener todo lo que anhela. La felicidad y la alegría se producen
cuando logra obtener lo que le faltaba.
Si adquiere una casa, está feliz; si logra obtener
dinero está satisfecho; si compró un carro,
está orgulloso. Por eso dijeron nuestros sabios:
que rico es aquel que está feliz con la parte que
le corresponde en este mundo. En esta pequeña frase está
todo el secreto de la felicidad, ya que nos enseña
que no hay ningún problema en que nos fijemos
metas y tratemos de alcanzarlas, pero que no nos
amarguemos mientras la conseguimos, sino que
debemos alegrarnos con lo que tenemos y sentir
que no nos falta nada lo que no poseamos,
aprendiendo siempre a ver la mitad de vaso lleno y no vacío.
Esa fue básicamente la diferencia entre los
hijos del Patriarca Itzjak, Esav y Iaacov.
Esav dijo: “yo tengo mucho” y Iaacov le contestó,
“lo tengo todo”. Aquí está toda la sabiduría,
una persona que siente que tiene mucho,
le gustará tener “mucho más”, pero si una persona
siente que lo tiene todo, no necesitará más nada,
alcanzará la abundancia, por lo tanto estará
alegre y satisfecha constantemente.