Cierto día un hombre capturó a un águila,
le cortó sus alas y la soltó
en el corral junto con todas sus gallinas.
Apenada, el águila, quien fuera poderosa, bajaba la
cabeza y pasaba sin comer: se sentía como una
reina encarcelada.
Pasó otro hombre que la vio, le gustó y decidió comprarla. Le arrancó
las plumas cortadas y se las hizo crecer de nuevo.
Repuesta el águila de sus alas, alzó vuelo, apresó
a una liebre para llevársela en agradecimiento a su liberador.
La vio una zorra y maliciosamente la mal aconsejaba diciéndole:
--No le lleves la liebre al que te liberó, sino al que te capturó; pues
el que te liberó ya es bueno sin más estímulo.
Procura más bien ablandar al otro, no vaya a
atraparte de nuevo y te arranque completamente las alas.-
MORALEJA
Siempre corresponde generosamente con tus bienhechores, y
por prudencia mantente alejado de los
malvados que insinúan hacer lo incorrecto.
Esopo
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