Uno de los remedios curativos más eficaces y baratos de la
farmacopea natural es, sin duda, el ajo. Combate las infecciones, es un
potente antiinflamatorio, aumenta las defensas, mejora la circulación,
previene la arteriosclerosis, disminuye el exceso de grasas en sangre,
previene la hipertensión, alivia el dolor, es un eficaz expectorante, está
indicado en problemas del aparato respiratorio y es diurético y estimulante. En
suma, un producto de fuerte y a veces desagradable olor pero dotado de
múltiples y sorprendentes virtudes.
Todas las grandes civilizaciones tuvieron en cuenta las
amplias propiedades terapéuticas del ajo. Egipcios, hebreos, sumerios,
griegos y romanos -entre otros pueblos- lo consideraron primordial para
alimentar y sanar el cuerpo. Como condimento en la alimentación o como
remedio natural para el tratamiento de múltiples dolencias se trata pues de
una de las plantas aromáticas comestibles y medicinales que recomiendan sin
excepción los nutricionistas, los naturópatas y cada vez más médicos -los que
no se han formado por su cuenta son analfabetos en Nutrición- ya que está
considerado, por sobradas razones, una auténtica panacea.
Y es que los medios actuales han permitido confirmar que la
sabiduría ancestral sobre el ajo estaba justificada. Hoy se sabe que se trata
de una excepcional fuente de vitaminas A, B1, B2, B3, C y E; además contiene
agua, carbohidratos, proteínas, fibra, potasio, fósforo, calcio, hierro y
sodio y se la considera una de las plantas más ricas en selenio y germanio
orgánicos. También contiene adenosina -una sustancia química común en las
plantas del grupo del ajo (cebollas, cebolletas, puerros, etc.)-, principal
responsable de su capacidad para bloquear la agregación de plaquetas y
fluidificar la sangre.
Además las cubiertas externas del ajo -y de la cebolla-
contienen gran cantidad de pectina, una fibra gelatinosa que terapéuticamente
se utiliza para combatir la diarrea, incrementar el torrente del plasma
sanguíneo y disminuir el nivel del llamado "colesterol malo" y de
los triglicéridos tanto en la sangre como en el hígado. Otro componente del
ajo es el ajoeno, un eficaz anticoagulante que ha demostrado además un gran
espectro de acción contra hongos y levaduras nocivas como el aspergillus
niger -presente frecuentemente en el canal auditivo externo- y la cándida
albicans que es causa, entre otras dolencias, de la vaginitis y la ubrera
oral.
Sin embargo, quizás los compuestos más valiosos del ajo
sean sus aminoácidos sulfúreos y, entre ellos, especialmente la alicina que
es fruto de la mezcla de uno de estos aminoácidos con la enzima alinasa.
Estos aminoácidos sulfúreos tienen un marcado efecto antibacteriano y
antivírico, contribuyen a aumentar los leucocitos y los macrófagos, reducen
la presión sanguínea, alivian el asma y la bronquitis, mejoran la función
cardiaca y la circulación de la sangre y ayudan al cuerpo a eliminar toxinas
nocivas. Además, el azufre es un elemento imprescindible si queremos
librarnos del cáncer y disfrutar de buena salud.
En fin, en lo que coinciden los expertos es en que lo que
hace que el ajo sea tan eficaz es el efecto combinado de sus cerca de cien
compuestos diferentes. Y eso que muchos opinan que éstos no son más que la
punta del iceberg y que en los próximos años podrían descubrirse muchos más.
PROPIEDADES TERAPÉUTICAS
A lo ya dicho cabe agregar que investigaciones realizadas
en las últimas décadas han demostrado que el ajo también inhibe el
crecimiento de los estafilococos, los estreptococos y las bacterias causantes
de la disentería y del tifus. Además está demostrada su efectividad para
combatir microorganismos resistentes a ciertos antibióticos -destruye las
bacterias patógenas en los intestinos sin dañar la flora natural que
interviene en la digestión- y aumenta las defensas naturales del organismo.
También se sabe que es un desinfectante 50 veces más
potente que el alcohol de 90º o el zumo de limón además de ser un excelente
antiinflamatorio. De ahí que se emplee tanto en la prevención como en el
tratamiento de infecciones de todo tipo siempre que éstas no sean de carácter
agudo o mortal. Es decir, es útil en infecciones de boca, garganta o pecho
-resfriados, toses, bronquitis, sinusitis, laringitis, rinitis, asma y gripe
(además es un buen expectorante)-, infecciones de estómago (diarreas y
gastroenteritis); infecciones de la piel (pie de atleta, tiña, etc.) e
infecciones del aparato genitourinario como la candidiasis o las aftas. Por
otro lado, el ajo es una manera natural de evitar la infección por
salmonelosis ya que en los preparados a los que se añade se anula el riesgo
de que exista la bacteria que lo causa.
Bueno, pues además de ser el antibiótico natural por
excelencia el ajo ocupa una posición privilegiada en la lucha contra los
problemas cardiacos, posición en la que ningún otro remedio lo iguala. Esto,
al menos, es lo que mantiene el doctor Stephen Fulder en su libro
El poder curativo del ajo en el que a este respecto explica que puede
reducir significativamente los niveles en sangre de triglicéridos y
"colesterol malo", disminuir la presión arterial, fluidificar y
purificar la sangre y prevenir la coagulación o la trombosis en los vasos
sanguíneos. Es decir, que protege el corazón y el sistema circulatorio contra
las tres causas principales de arteriosclerosis y ataques cardiacos. ¡Y lo
hace simultáneamente, algo que no logra ninguno de los fármacos existentes en
el mercado! En cuanto al nivel de colesterol malo en sangre más de una
treintena de estudios clínicos han demostrado que tomar entre uno y dos
dientes de ajo al día reduce la tasa de "colesterol malo" una media
de un 15% lo que, según el doctor Fulder, es suficiente para reducir el
riesgo de ataque al corazón ¡en un 30%! Mantiene el autor, asimismo, que este
bulbo es uno de los mejores remedios anticoagulantes que se conocen.
Y no se agotan aquí las propiedades del ajo. Por ejemplo,
se le reconoce cierta capacidad analgésica para aliviar los dolores de cabeza
y de las muelas así como las neuralgias. También es eficaz para evitar el
estreñimiento, las varices y las hemorroides. Ayuda en los problemas
musculares (tensión muscular, artritis, artrosis, reumatismo, gota y ciática)
y previene los problemas renales.
Es igualmente efectivo para mantener a raya los radicales
libres y por eso se recomienda acompañar de ajo los platos compuestos por
alimentos fritos, a la brasa o congelados ya que todos ellos generan en el
organismo cantidades significativas de estos nocivos elementos.
Para los diabéticos es asimismo un aliado interesante ya
que reduce los niveles de azúcar en sangre y estimula el proceso de absorción
de la misma. Diurético y estimulante del tono vital posee además una
indudable acción terapéutica sobre el hígado, el páncreas y las glándulas
tiroidea, pituitaria y suprarrenales. Hasta combate el acné, las verrugas,
las picaduras de insectos e, incluso, evita las canas si se fricciona
directamente ajo sobre el cuero cabelludo.
Y aún hay más: se ha constatado que la tasa de cáncer de estómago
en consumidores de ajo es un 60% menor que en aquellos que no ingieren ajos u
otras plantas afines como cebollas, cebolletas y puerros. De hecho, ya se
determinó ¡en 1953! -cuando se hicieron los primeros estudios sobre ajo y
cáncer- que la alicina ofrece una interesante protección contra el cáncer al
ayudar al organismo a eliminar las células cancerosas por lo que se le
considera una más que recomendable herramienta preventiva.
Además el ajo fresco es un remedio calorífico. El
acaloramiento que produce al masticarlo nos hace sudar y eliminar toxinas,
incluidos los metales pesados que se almacenan en nuestro organismo.
En fin, por todo lo dicho -y que al parecer no es más que
una mínima parte de las propiedades terapéuticas que podrían llegar a conocerse-
no cabe duda de que el ajo es uno de los productos naturales más efectivos
para evitar la enfermedad y mantener la salud.
UNO AL DÍA
En suma, el ajo es un alimento terapéutico inocuo y tras su
ingesta nunca se han observado efectos negativos para la salud sino más bien
innumerables beneficios. De hecho, es consumido por millones de personas a
diario en todo el mundo sin que se tenga noticias de efectos secundarios en
ningún caso. No se ha constatado el más mínimo malestar ni siquiera cuando
-como recoge el doctor Fulder en su libro- alguien toma 200 mg de aceite de
ajo al día (el equivalente ¡a 70 dientes1).
Sólo una prevención: como el ajo es anticoagulante deberá
abstenerse de tomarlo si va a ir en breve al quirófano. Por lo demás, los
profesionales de la salud recomiendan tomar uno o dos dientes de ajo cada día
porque se le considera capaz de prevenir gran número de dolencias, incluido
el cáncer. Y si se decide a hacerlo pero le preocupa el mal olor corporal
-especialmente del aliento- sepa que éste puede combatirse masticando hojas
frescas de perejil, menta fresca o apio. Luego basta con enjuagarse la boca
con agua y unas gotas de limón. Otra posibilidad es prepararse una infusión
de tomillo, eucalipto, romero o manzanilla pues todas ellas perfuman el
aliento. Así podrá beneficiarse sin ningún inconveniente de las múltiples
propiedades terapéuticas de este producto natural. Y es que como dice un
conocido refrán francés, L'ail est sante. Mangez de l'ail. Es decir,
"El ajo es salud. Cómalo".
L.J.
Preventivo... y curativo
El ajo se emplea desde la antigüedad para prevenir y tratar
multitud de trastornos de la salud. De hecho, es:
Cardioprotector.
Hipotensor.
Anticolesterolemiante.
Hipolipemiante.
Fluidificante y purificador de la sangre.
Vasodilatador.
Antibiótico.
Fungicida.
Desinfectante.
Vermífugo.
Antiséptico de amplio espectro.
Anticoagulante.
Expectorante.
Descongestionante.
Diurético.
Estimulante.
Antipirético.
Afrodisíaco (al menos así lo consideraban los egipcios).
¿Cómo usarlo?
El ajo se puede comer crudo, machacado, cocido, frito,
asado, en forma de aceite, en cápsulas, en tabletas, en bebidas preparadas,
macerado en agua, en alcohol, inhalado y aplicado directamente en forma de
cataplasmas, emplastos o compresas.
Preparados caseros
Agua de ajo para tratar el catarro común.
Hierva 250 ml de agua. Machaque 100 gramos de ajo y
échelos en el cazo del agua. Tape la mezcla y déjela macerar durante 12
horas. Luego cuélela y embotéllela. Esta agua de ajo debe tomarse a lo largo
del día en pequeños sorbos. El preparado debe llegarle para tres días. El
tercer día vuelva a elaborar otra cantidad igual del preparado. Al hacerlo
así se evita que el ajo pierda sus propiedades medicinales lo que podría
ocurrir más allá del cuarto día.
Jarabe para la tos y la bronquitis a base de ajo.
Hierva medio litro de agua y apague el fuego. Pique 50 gramos de ajo y
échelo en el agua hervida. Tape y deje reposar 12 horas. Añada miel y bata
hasta conseguir un jarabe del que tomará una cucharadita tres veces al día.
Si es diabético o tiene sobrepeso no deberá emplear esta fórmula.
Salsa para acompañar carne.
Pique 7 o 8 dientes de ajo, una cebolla y tres zanahorias y
mezcle todo con cuatro cucharadas sopera de aceite de oliva. Una vez troceado
eche todo en un cazo, póngalo a fuego lento de cuatro a cinco minutos.
Después añada un vaso de agua tibia y un poco de vino blanco (esto es
optativo), deje todo de nuevo a fuego lento durante diez minutos y a
continuación permita que repose la mezcla veinte minutos. Ec
Enviar mensajehe antes -si
quiere- alguna hierba aromática de su agrado Sólo le queda ya triturar bien
el producto final.
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