Orar por otros

Al orar por otros, los veo en el fluir del amor divino.

Cuando mis seres queridos están en apuros, mi corazón lo siente. Sin embargo, en vez de preocuparme, los mantengo en oración. Al orar, siento que el amor divino surge en mí y fluye por medio de mí. Comparto la fortaleza de mi fe, porque sé que todos tenemos acceso inmediato a la fortaleza y a la sabiduría divinas.

Visualizo con fe que mis seres queridos dejan atrás cualquier obstáculo o limitación. Al afirmar que Dios en ellos es mayor que cualquier condición externa, creo fervorosamente un espacio sagrado para su éxito. Gracias al poder de mis pensamientos serenos y amorosos, los veo aceptando gozosamente su mayor bien.

Orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. —Santiago 5:16

Gracia

La gracia de Dios siempre está conmigo.

Cuando doy un paseo en un bello día, me siento especialmente bendecido. Al pensar en mis amigos y seres queridos, siento que soy una persona muy afortunada. La gracia de Dios me envuelve, y en Su gracia vivo con gozo y propósito.

Al abrir mi mente a una comprensión mayor de la gracia divina, me doy cuenta de que ésta siempre está disponible para todos. Es una expresión del amor de Dios. Puedo contar con ella tanto cuando me siento bien como cuando me siento agobiado. Dicha gracia se expresa de muchas formas: como guía, curación, prosperidad y como un sentimiento profundo de unidad con Dios. Abro mi mente y corazón a la gracia y siento el amor de Dios.

Este, cuando llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó y exhortó a todos a que con propósito de corazón permanecieran fieles al Señor. —Hechos 11:23

Entregarse

Me entrego a la presencia crística en mí.

Al leer la afirmación de hoy, siento que el peso del esfuerzo personal da paso al alivio que surge al dejar ir. Me entrego a la presencia crística en mí y encuentro descanso, ayuda e inspiración.

Al reposar mi mente, permito que el caudal continuo de pensamientos disminuya y se disipe. Con cada respiración, la tensión de mi cuerpo es liberada. Descanso en la calidez del cuidado divino.

Me entrego y abro mi mente y mi corazón al fluir del bien de Dios. Al entregarme, cedo apaciblemente y estoy dispuesto a recibir. Abro el camino para acoger las ideas divinas, la energía sanadora, y sé que mi oración es contestada. Gracias a la presencia crística, avanzo con confianza seguro de mi bien.

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. —Mateo 11:28

Paz interna

Al permanecer centrado en Dios, siento paz.

Estoy en paz cuando recuerdo lo amorosamente que soy sostenido por Dios. A veces, puede que pierda mi paz interna. Mas una vez que tomo conciencia de que mi mente se ha alejado del Espíritu divino, todo lo que necesito hacer es respirar profundamente. Al enfocar mi atención en mi respiración, centro mi mente en Dios.

"Spiritus", el origen latino de la palabra Espíritu, significa literalmente respiración. Cuando respiro profundamente, siento que mi cuerpo descansa y me calmo. Al inspirar y exhalar, me aquieto y escucho a la voz interna que sabe lo que debo hacer. Ordeno mi pensamiento y recuerdo mi vínculo con el Espíritu divino. Cuando mi mente está centrada en Dios, estoy en paz.

Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe. —Gálatas 5:22

Actitud correcta

Venzo la dificultad gracias a mi actitud positiva.

Los niños se emocionan con el reto de nadar por primera vez o de alcanzar la cima de un tobogán en el campo de juegos en un parque. Ellos esperan vencer cualquier dificultad que puedan encontrar. Su fe en un resultado exitoso —su actitud correcta — los capacita para lograr su objetivo. Hoy, veo cualquier reto como una oportunidad de demostrar que Dios obra activamente en mi vida. Gracias a mi fe, estoy en el camino al éxito.

Mantengo una expectativa divina y positiva. Por ser y sentirme uno con Dios, puedo lograr cualquier hazaña y todas mis metas. Venzo cualquier dificultad mediante el poder de la actitud correcta, y veo el éxito como un escalón hacia mi mayor bien.

El vencedor heredará todas las cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo. —Apocalipsis 21:7