Velloncito de mi carne, que en mi entraña yo tejí, velloncito friolento, ¡duérmete apegado a mí!
La perdiz duerme en el trébol escuchándole latir: no te turben mis alientos, ¡duérmete apegado a mí!
Hierbecita temblorosa asombrada de vivir, no te sueltes de mi pecho: ¡duérmete apegado a mí!
Yo que todo lo he perdido ahora tiemblo de dormir. No resbales de mi brazo: ¡duérmete apegado a mí!
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