Hay ocasiones en que nos levantamos, con los ojos aun semi cerrados, por una mala noche de insomnio, sintiendo que nuestra almohada sigue pegada a nuestro a cabeza, sin ningún pensamiento coherente, siendo la única idea clara la clásica de que debemos levantarnos para no llegar tarde a nuestros quehaceres diarios
Y son esos días tan corrientes, tan opacos, tan comunes, como cualquier otro día de nuestra existencia, donde una pequeña luz escondida en algún rincon se aparece y nos roba una sonrisa.
Una luz que antes no habíamos notado, que simplemente estaba ahí pérdida en esta selva de locuras y de razas humanas tan extrañas y distantes.
Una luz que un día decidió iluminarnos y que con un simple saludo o gesto, logra despertarnos de un mal sueño e irradia nuestro ambiente, llenándolo de colores, cambiando nuestro humor, haciéndonos olvidar del encierro de las cuatro paredes de una oficina, transportándonos al lugar que mas deseamos estar.
Esa misma luz que nos sorprende, que con sus rayos nos abraza fuertemente y nos palma diciendo aquí estoy junto a ti.
Esa misma luz que nos intriga en ocasiones y nos preguntamos que hicimos para merecer tanto, para ser resplandecidos por un cariño tan puro y simple como su amistad. Y es ahí donde nos damos cuenta que ningún día es lo suficientemente opaco y corriente, que cada día tiene su luz escondida en algún espacio del planeta, que simplemente debemos quitarle nuestros anteojos de sol a nuestra alma y permitir que las luces que existen en el camino, nos iluminen el corazón.
Desconozco Autor
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