Pena y Alegría del Amor
Mira cómo se me pone la piel, cuando te recuerdo.
Por la garganta me sube un río de sangre fresco, de la herida que atraviesa, de parte a parte mi cuerpo. Tengo clavos en las manos, y cuchillos en los dedos, y en la sien, una corona hecha de alfileres negros.
Mira cómo se me pone la piel cuando recuerdo que soy un hombre casado... ¡y sin embargo, te quiero!
Entre tu casa y mi casa hay un muro de silencio; de ortigas y de chumberas, de cal de arenas y de viento, de madreselvas oscuras y de vidrios en acecho. Un muro para que nunca lo pueda saltar el pueblo, que anda rondando la llave que guarda nuestro secreto. Y yo bien sé que me quieres, y tú sabes que te quiero, y lo sabemos los dos,
Ayer, en la Plaza Nueva, vida, no vuelvas a hacerlo te vi besar a mi niño, a mi niño, el más pequeño, y cómo lo besarías, ¡ay, Virgen de los Remedios! que fue la primera vez que a mí distes un beso. Llegué corriendo a mi casa alcé mi niño del suelo y, sin que nadie me viera, como un ladrón en acecho, en su cara de amapola mordió mi boca tu beso.
¡Ay, qué alegría y qué pena quererte como te quiero!
Mira: pase lo que pase, aunque se hunda el firmamento, aunque tu nombre y el mío lo pisoteen por el suelo, y aunque la tierra se abra, aun cuando lo sepa el pueblo y pongan nuestra bandera de amor a los cuatro vientos, ¡sígueme queriendo así tormento de mis tormentos!
¡Ay, qué alegría y qué pena quererte como te quiero! Rafael de León BESITOS GRACITA
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