lo material, viven en la pobreza espiritual y se sienten frágiles como niños.
Mendigos que darían todo lo que tienen por encontrar el verdadero amor
o hallar dentro de sus familias la paz y el calor de hogar.
Mendigos que temen volver a amar, porque ya bastante han sufrido
han sido traicionados y heridos, tienen miedo de confiar.
Hay muchos hombres y mujeres que les cuesta aceptar y expresar la
necesidad tan grande que tienen de sentirse realmente amados y valorados.
Madres que imploran la atención de sus hijos; abuelos olvidados,
niños y jóvenes que aunque lo tienen todo, se sienten
por sus padres abandonados.
El amor y la amistad no se deben mendigar, se merecen por dignidad;
fue la herencia que a todos sus hijos Dios por igual ha dejado.
Pero aún así son demasiados los corazones rotos; que aunque
por fuera se ven elegantes y bien vestidos; realmente en
su interior están destrozados.
¿Cuántas veces hemos pasado por el lado de mendigos de amor y
ni siquiera cuenta nos hemos dado, los hemos ignorado?
¿Cuántas veces hemos juzgado mal a personas que hacen lo que hacen,
porque están hambrientos de ternura y afecto y nadie se los ha dado?.
A lo mejor tú o yo algunas veces nos hemos sentido carentes de
cariño y anhelamos que alguien nos ame de tal forma que
nos devuelvan la ilusión, lográndose reparar y fortalecer nuestro corazón.
Son esos momentos en que hemos perdido lo que más hemos
querido, o simplemente no hemos encontrado lo que tanto
anhelamos, nos sentimos tan solos y deprimidos que creemos perder la razón.
Seamos de aquellos que son capaces de brindar a todos
amor y amistad, hagamos que amando sin distinción,
logremos acabar con esa mendicidad; para que podamos
construir un mundo mejor y pueda reinar por fin la paz en cada rincón.
Es el mandato que el Señor nos ha querido dejar,
cuando nos dijo: "Ámense unos a otros como solo yo los he sabido amar".
D/A