El asceta y la prostituta
En un pueblo de la India vivía en una choza un
riguroso asceta. Frente a él, una prostituta visitada constantemente por
hombres. El asceta llamó a la prostituta y la reprendió severamente:
-¿Qué forma de vida llevas, perversa mujer? Estás corrompida y corrompes a los otros. Insultas al Divino con tu comportamiento.
La mujer se sintió muy triste. En verdad quería
llevar otra forma de vida, pero dadas sus condiciones era difícil. Así
no pudo rehusar a su modo de subsistencia, pero se lamentaba de tener
que recurrir a la prostitución y dirigía su mente al Divino cada vez que
era tomada por un hombre. El asceta comprobó que la mujer seguía siendo
frecuentada por toda clase de individuos. Tomó la medida de coleccionar
un guijarro por individuo que viera entrar en la choza de la
prostituta. Al cabo de no mucho tiempo tenía un montón de guijarros.
Llamó a la prostituta y la recriminó:
-Mujer terrible, ¿ves esos guijarros? Cada uno de ellos representa un pecado.
La mujer sintió un gran dolor. Deseó
profundamente que el Divino la apartase de su forma de vida y unos días
después la muerte se la llevaba. También murió el mismo día el asceta, y
he aquí que a la mujer fue llevada a las regiones más elevadas y el
asceta a las regiones más inferiores. Cuando esto comprendió, el asceta
protestó por la injusticia del Divino. Un mensajero de Vishnú le
explicó:
-Te quejas de ser llevado a las regiones
inferiores a pesar de haber transcurrido tu vida en mortificación y
ascesis, y de que la prostituta sea llevaba a las más altas, pero ¿es
que no comprendes que somos lo que cosechamos? Mira a la tierra. Allí
está tu cuerpo, rociado de perfumes y flores, honrado por todos,
cortejado por músicos y plañideras para ser incinerado junto al río
sagrado con todos los honores. En cambio, mira el cuerpo de la
prostituta, abandonado a los buitres y chacales, ignorado y despreciado.
Pero, en cambio, ella cultivó pureza y elevados ideales para su
corazón, y tú, por el contrario, de tanto mirar el pecado lo teñiste de
impureza. ¿Comprendes, pues, por qué cada uno vais a una región tan
diferente?