Las conductas violentas no hacen más que deteriorar y eventualmente romper los vínculos afectivos.
La violencia solamente genera más violencia y nunca es una solución para la resolución de conflictos.
Las conductas violentas en los hogares dañan terriblemente el desarrollo emocional de los individuos, sobre todo el de los niños.
Una persona que ha sido sometida a través de conductas violentas tendrá mucha dificultad en construir una autoimagen positiva de sí mismo y por lo tanto del mundo en el que habita e inevitablemente desarrollará una personalidad destructiva y violenta.
Los hijos son espejo de lo que viven en sus casas por ello, es una gran responsabilidad criar con amor y sanos límites ya que las conductas que aprendan en la infancia serán las que inevitablemente como adultos repitan.
Las relaciones no deben nunca estar libres de conflicto, el conflicto es parte fundamental del desarrollo humano.
En la medida en que aprendemos a lidiar con los conflictos vamos adquiriendo mayor madurez emocional.
Un niño que crece sin conflicto de grande tendrá poca tolerancia a la frustración y conductas de inmadurez constantes.
Sin embargo, la clave está en aprender a lidiar y resolver los conflictos de manera que podamos convertirlos en oportunidades de aprendizaje y crecimiento.
Para lograrlo lo primero es educarnos emocionalmente.
Aprender a establecer un contacto cociente con nuestras emociones y manejarlas.
Saber hablar y reconocer lo que sentimos sin ser arrastrados sin control por lo que sentimos.
Una buena salud emocional nos aleja de las conductas violentas que por lo general surgen por el mal manejo de la ira, el miedo o la impotencia.
Los conflictos siempre serán parte de nuestra vida y nuestras relaciones, aprender a trascenderlos sanamente fortalece nuestros vínculos afectivos, eleva nuestra autoestima y nos da fortaleza interior.
Aprende a reconocer tus emociones y a expresarlas saludablemente.
La violencia nunca es una solución