Tema del día:
San Juan Bautista
Precursor del Mesías.
El sobrenombre de Bautista le proviene
de su ministerio.
Nacido, según algunos, en Judea, pueblecito
de Judea; según otros, en Hebrón.
Sus padres fueron Zacarías y Elizabeth,
prima de la Santísima Virgen.
Es ciertamente una fiesta alegre y
popular la del Bautista.
En ella parece cumplirse aún la palabra
con la que el ángel anunció a Zacarías
su venida al mundo:
«Muchos se regocijarán en su nacimiento»;
y se regocijaron, en efecto, cuando éste tuvo
lugar en las montañas de Judea, y se regocijan
todavía en todo el mundo, veinte siglos después.
Fue Juan el Precursor de Cristo, el que
vino para preparar y alumbrar los caminos del
Señor; por esto la Iglesia celebra su nacimiento,
como celebra el de Jesús, distinguiéndolo
en esto de los demás Santos.
¡Precursor de Jesús! Precursor es el que precede,
el que va delante de otro para
anunciar su inmediata aparición.
Los profetas entretuvieron a la huérfana humanidad,
delineando a grandes rasgos la hermosa figura
del Redentor; crecía cada día el ansia por la llegada
del Mesías y avivábase la confianza.
Juan el Bautista anuncia a Cristo no sólo con
palabras, como los otros profetas, sino especialmente
con una vida análoga a la del Salvador. Nace seis meses
antes que Él; su nacimiento es vaticinado y notificado por
el ángel Gabriel, como el suyo, y causa en las montañas
de Judea una conmoción y regocijo
semejantes a los que debían
tener lugar poco después en las cercanías de Belén.
El nacimiento de San Juan Bautista es un prodigio, porque
no fue obstáculo para él la ancianidad y esterilidad de
Isabel, como no lo fue a María su purísima virginidad.
En vida oculta y escondida consume los treinta primeros
años de su existencia; nadie sabe de él, ni de él nos hablan
los evangelistas, como tampoco nos hablan de Jesús
en aquel mismo período, en que quedan
ambos como eclipsados.
A los treinta años salen ambos: uno de su retiro
de Nazaret, otro de sus soledades del Jordán;
pero Juan, conforme a su oficio de
Precursor, sale antes que Jesús.
Truena su voz en las márgenes
de aquel río, síguenle las
turbas, incrépanle los fariseos...
Él habla con libertad a los pobres y a los poderosos.
Hay quien le cree el Mesías.
Hay quien escucha su voz como la Buena Nueva prometida,
cuando en realidad no es más que su prólogo.
Bien claro Juan lo afirma:
«Está para venir otro más poderoso que yo, al cual yo
no soy digno de desatar la correa de su calzado».
Pronto se extiende el renombre de su virtud, y aumenta
la veneración del pueblo hacia él; los judíos acuden para
ser bautizados, enfervorizados por sus palabras.
Mientras predica y bautiza anuncia un bautismo perfecto:
«Yo bautizo en el agua y por la penitencia, y el que
vendrá, en el Espíritu Santo y el fuego».
Y cuando Jesús se acerca al Jordán para ser por él
bautizado, Juan no se atreve a hacerlo.
«¿Tú vienes a mí, cuando yo debería ser bautizado por Ti?»
Mas Jesús insiste, y le bautiza entonces.
Encarcelado por Herodes Antipas por haberse atrevido a
reprimir y censurar su conducta y vida escandalosa, le
llega la noticia de que Jesús ha empezado su ministerio público.
Jesús, por su parte, en su predicación asegura a los judíos
que entre todos los hombres de la tierra no
hay un profeta más grande que Juan.
Se ignora cuánto tiempo pasó en la cárcel.
Aconteció que con motivo de una fiesta en celebración del
nacimiento de Herodes, cuando el vino y los manjares y las
danzas exaltaban a todos, Salomé, hija de Herodías, esposa
ilegítima del rey, bailó ante Herodes. Entusiasmado éste,
prometió darle cuanto pidiera, aunque fuese la mitad de su reino.
Instigada por su madre, pidió Salomé la cabeza del Bautista.
Herodes, no osando faltar a su palabra empeñada ante todos,
ordenó fuese traída la cabeza de Juan, la cual en una bandeja
fue presentada, efectivamente, a Herodías por su hija.
Sus discípulos recogieron el cuerpo
del Bautista y le dieron sepultura...
Fuente: multimedios.org