Hoy, el diario The Economist
publicó un estudio que indica que
nuestra felicidad está
“predeterminada por el ADN” .
Entonces, ¿la suerte está echada?
¿estamos exentos de cualquier
voluntad por trazar el destino
que decidamos a conciencia?
¿Somos simples espectadores de
la película de nuestra vida?
El tiempo, la experiencia, los
aciertos, los fracasos,
¿son intrascendentes a la hora
de construir quienes somos o seremos?
Según la investigación a cargo de
un grupo de científicos
de la Universidad de Londres,
Harvard, Universidad de
California, y la Universidad de
Zurich, el destino prácticamente
estaría marcado. El estudio se
llamó “Genes, economía y felicidad” y
a partir de prácticas científicas
a gemelos y mellizos determinó
que el comportamiento puede
heredarse y así, es el ADN un
determinante protagonista en la
estructura de personalidad.
Así, el estudio afirma que en lo
que respecta a la felicidad
el principal determinante para
ser una persona feliz o no,
es la “personalidad”, y ésta es
signada por el ADN que es
hereditable. En este sentido, la
investigación sostiene que quienes
“heredan una personalidad
extrovertida son más propensos a
la felicidad, cuestión contraria
le sucede a la introvertido”.
Quizá, disentir con la ciencia
sea un atropello a la razón, pero
bien vale la pena hacerlo si del
destino de la felicidad se trata.
Aunque una persona herede una
personalidad determinada,
¿es imposible que los factores
sociales, el esfuerzo propio y
el transitar por distintas
experiencias reviertan aquello que
se ha transmitido genéticamente?
¿Cuántas personas han
resignificando o revertido una
situación adversa, una historia
familiar traumática o su propia
personalidad en pos de hacer de
su biografía una historia más
feliz?. No hay dudas, que cada
individuo trae consigo una
personalidad heredada, y ésta
constituye un determinante para
la estructura psíquica.
Pero, la historia nos ha dado
sobradas muestras de personas
que a pesar de su propia carga
genética, de quienes hayan sido
sus padres o familia, han logrado
contradecir al
“destino marcado” de su origen.
La capacidad de progreso o
superación, la férrea actitud
de saber que la voluntad es un
motor de cambio o
simplemente, saber que quien se
esfuerza por ser una buena
persona lo logra y más allá del
ADN, puede cambiar su historia
y también, ser un ejemplo para
otras biografías.
El destino quizá no sea por
completo una hoja en blanco
pero tampoco es un condicionante
absoluto de dónde venimos,
nacimos o de quienes nos han
procreado.
Para reforzar la idea de que
cambiar es posible
y la felicidad puede ser
construida,
bien vale el poema de
Antonio Machado:
Caminante, son tus
huellas el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el
camino, y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.