'El arte de las musas'
ese es el significado para definir a la 'música' y no podía ser una definición
más exacta. Melodías y letras son parte constituyente del alma y del cuerpo de
cualquier ser humano.
¿Quién se puede olvidar
de aquellas canciones que signaron momentos cruciales de su vida? La música de
la infancia, que nuestros padres oían sin casi darse cuenta, que en ese instante
estaban construyendo la banda de sonido de la niñez, y que luego cuando al azar
escuchamos ese sonido, nuestra memoria vuelve a recrear aquellos momentos con
una consciencia que ningún presente se puede llevar.
Luego, la adolescencia
trae consigo una etapa en sí misma. Comenzamos a elegir, a escuchar, a admirar y
a querer vivir aquellas historias que nos cuentan las canciones. Sin ningún
lugar a dudas, muchos ideales, proyectos, vocaciones, sueños y concepciones
sobre el amor, tienen como raíz aquellos temas que le pusieron letra y música a
una identidad que comenzaba a crecer.
¿Quién no ha pasado en
su adolescencia momentos en los cuáles hemos llorado, construido esperanzas y
soñado con un gran amor a través de las canciones que nos acompañaron? La música
es la poesía que nos puso el hombro cuando nuestro entorno a veces no parecía
entendernos. Y ahí estaban los tangos invitándonos a comprender que el mundo es
un 'atropello a la razón', el folklore con su calidez inconmensurable dándonos
una zamba para nuestra esperanza, el rock enseñándonos a pensar distinto, el
jazz a entender que a veces en la improvisación está la esencia y la salsa a
creer que alegría es la solución.
No hay persona en el
mundo, que no tenga su banda de sonido. Todos hemos construido nuestra biografía
a partir de esa empatía que sentimos con los que escuchamos. Y quizá esa sea su
mayor cualidad, la complicidad. Sentir que no somos los únicos, que aquello que
nosotros no podemos decir, hacer o transmitir alguien pudo hacerlo ¿Cuántas
veces te paso que al escuchar una canción dijiste: Sí eso es lo que siento, lo
que me pasa, lo que quiero decir? Seguramente, infinidades de veces la
identificación te ha alivianado una pena o te ha brindado un aliento al alma,
cuando esa canción le puso letra y melodía a tus sentimientos.
La música tiene como
cualidad la empatía. Millones de personas comparten esa sensación que alguien
los ha entendido. El talento de un artista para escribir, cantar, componer o
tocar un instrumento es no sólo una genialidad en el virtuosismo musical, sino
también poseen la capacidad para interpretar el inconsciente colectivo. Cuando
un tema se convierte en clásico, ha logrado captar aquello que la mayoría
sentía, y alguien supo leerlo y convertirlo en letra y melodía.
La música es el sentir
del alma. Logra la comunión con millones de personas que a pesar de cualquier
diferencia ideológica, política, religiosa o territorial, se unen a través de un
artista, un conjunto o una canción que los identifica. Lo distinto desaparece,
queda lo esencial, el sentir.