Reflexionar sobre estas
sugerencias puede ayudarnos a
descubrir y ordenar las metas y
objetivos del año que comienza:
• Pensar en objetivos a corto
plazo;
• Graduar el deseo y la motivación;
• Evaluar las herramientas y
recursos disponibles;
• Sostener en el tiempo;
• Saber pedir ayuda;
•
Tener confianza en uno mismo.
¿Qué implica cada
instancia?.
Pensar en objetivos a corto
plazo. Metas concretas,
realmente necesarias, próximas,
asequibles.
Una vez que las hayamos
alcanzado, avanzar e ir más allá,
sin perder de vista los próximos
pasos cortos a seguir
(para poder llegar lejos o hasta
donde se pueda);
Graduar el deseo y la motivación.
Hacer de
nuestros proyectos una verdadera
obra de sinceridad y
compromiso con nosotros mismos,
establecer prioridades
para poder llegar a la acción y
no detenerse o quedarse enredado
en la partida.
Evaluar las herramientas y
recursos disponibles.
Cuánto esfuerzo debo hacer para
llegar a la meta,
si tengo voluntad de hacerlo y
sostenerlo, qué necesito,
con qué cuento, cuáles son mis
fortalezas y habilidades,
qué debería aprender o modificar.
Sostener en el tiempo. Cuando el
deseo es verdadero,
ejercitar la voluntad sin
exigirnos ni más ni menos de
lo que verdaderamente se pueda
hacer. Es bueno visualizar
la meta y sus beneficios para
sostener el desafío. Aprender a
ser flexible. Tener capacidad de
adaptación. Muchas veces se
necesita más tiempo del
previsto. Muchas otras veces, en
el camino uno descubre que hay
otras posibilidades,
alternativas u opciones. Puede
ocurrir que en la marcha
resulte necesario redefinir el
objetivo que nos trajo hasta acá.
Saber pedir ayuda. Siempre y
cuando resulte necesario,
según el objetivo o la meta,
aceptar la colaboración de
quien creamos que está capacitado
para escucharnos,
acompañarnos o tendernos una
mano.
Tener confianza en uno mismo.
Ejercitar los aspectos positivos.