dentro de lo que se denomina folclore urbano. Se considera un híbrido del bolero (sobre todo, el bolero rítmico) con otras influencias musicales de origen africano y con otros estilos como el son, el merengue y el cha-cha-cha.
Durante los años sesenta y principios de los setenta, era desdeñada como música de las clases pobres y era conocida como "música de amargue", haciendo alusión al estado de melancolía provocado por el desamor. Su difusión por esos años, estuvo limitada a algunas escasas emisoras.
El interés masivo por el ritmo surgió a partir de los años 80, con la expansión
de los medios de comunicación, con el auge del turismo, y con el esfuerzo de algunos compositores que vieron que había surgido un nuevo género.
Autores como Luis Días desde los 80, así como Juan Luis Guerra y
Víctor Víctor en los años 90, aportaron una visión diferente de esa expresión de origen urbano y marginal