La Viagra es el primer medicamento legalmente comercializado como un estimulante sexual, porque contiene sildenafil, que bloquea las sustancias químicas que suprimen la congestión de la sangre, necesaria para la excitación y el orgasmo.
Pero aún así, “los mismos fabricantes de Viagra se encargan de advertir que sin deseo sexual no hay nada que hacer”, como bien nos recuerda el sexólogo Carlos de la Cruz, “porque sin las propias ganas de uno mismo por estimularse, si nuestra cabeza no nos dice que queremos hacerlo, no lo conseguiremos”.
Los demás compuestos y preparados que se ponen a la venta como afrodisiacos pueden llegar a resultar incluso nocivos para la salud. Algunos de ellos son auténticos venenos, como el que posee el pez fugu japonés, que algunos cocineros sirven dejando dentro parte de la toxina que contiene, o la cantárida, polvo que proviene de un escarabajo seco más conocido como mosca española, igualmente peligroso. Dañino, pero de otro modo, puesto que está contribuyendo a la extinción de estos animales, es el uso de: cuernos de rinoceronte, huesos de tigre o de rana, pene de foca, testículos de toro (otra de las tendencias afrodisiacas es la sugestión de que comer los órganos sexuales alimentará los propios; algo así como el dicho popular “de lo que se come, se cría”), bilis y vesículas biliares del oso pardo, polar y negro asiático, que durante miles de años la medicina china ha utilizado con fines curativos y ahora tienen este nuevo uso.
Aquí no acaba la lista de especies que por unos motivos u otros, son considerados afrodisiacos. En los textos eróticos antiguos se recomendaba la aplicación al pene de ponzoña de insectos, como abejas, avispas y escorpiones, para mejorar la erección. Sus venenos contienen, como el chocolate o el marisco, serotonina 5-hidroxitriptamina.
“Despertar los sentidos con palabras, con alimentos... todo lo que hagas con cariño a tu pareja encenderá su deseo”, resume Carlos de la Cruz Martín- Romo, sexólogo y responsable de comunicación de la Asociación Estatal de Profesionales de Sexología. En la investigación de las estructuras neuronales que hacen reaccionar directamente al deseo sexual se intenta descubrir, al mismo tiempo, las sustancias que pueden activar esos mecanismos.
Se buscan, en definitiva, los ‘afrodisiacos naturales’. No es un anhelo nuevo; no se trata de un ‘invento’ de los hippies; las culturas antiguas ya buscaban controlar los vaivenes de este instinto primario que mueve el mundo. Hasta donde llega hoy la ciencia, el poder de un elemento como estimulador de la libido reside básicamente en la autosugestión. “Al final, la monotonía es lo que acaba con el deseo”, comenta la doctora Francisca Molero, directora del Institut Clínic de Sexología de Barcelona.
Pero recuerda siempre lo que concluye Isabel Allende en su delicioso recetario erótico Afrodita: “El único afrodisiaco verdaderamente infalible es el amor”.