![Imagen 3](http://artenara.files.wordpress.com/2012/02/imagen-31.png?w=449&h=301)
Durante el
verano la familia se iba casi todos los días a la playa, y a diario los niños veían a una viejecita que
buscaba algo en la arena. Le fueron tomando confianza pero ella sólo les
regalaba una sonrisa.
Los papás
se sintieron un poco molestos porque no les inspiraba confianza.
Hasta que un
buen día la viejecita dejó de ir a la playa y recién se descubrió que la
mujer, en un intento de hacer algo que valiese la pena, recogía restos de
vidrios para que los niños no se cortasen y pudiesen corretear
felices.
Hay muchas
maneras de sentir la alegría y la felicidad. La mejor felicidad no es el
reconocimiento, sino el bien que generosamente hagas, aunque los demás no se den
cuenta.
La mejor
felicidad es hacer el bien por el bien mismo. No es la que cobras y te pagan al
día, sino la que los demás ignoran pero tu corazón reconoce.
La mejor
felicidad no es la que se publica en las primeras páginas, sino la que tú
escribes en las páginas de tu corazón. La mejor felicidad es fruto de aquella
bondad
que nadie conoce hasta que sienten su falta.
Hay muchos que buscan nada más que las alabanzas de los
demás. Ellos nunca sienten felicidad por lo que hacen, se alegran por lo que
reciben.
Tu mejor
inversión es la que nunca vas a cobrar de los niños que juegan en la playa.
Sentirte feliz por lo que haces ya es suficiente recompensa.
¿Por qué
esperar siempre a que los demás cumplan con su deber para que tú
puedas hacer
el bien ahora mismo? ¿Por qué tener que institucionalizar siempre el hacer el
bien? Esto le toca a aquel y esto le toca al otro.
La bondad
es algo más que cumplir con las instituciones. Es fruto del corazón que está
siempre por encima de todo.
¿Por qué
para hacer un favor debo esperar a que tú me lo hayas pedido?
Con la
bondad no se trafica. No se compra ni se vende.
El día que
no tengas nada que hacer vete a la playa y recoge lo que puede ser un peligro
para los demás. Luego, date un fresco baño, verás qué rica te sabe el
agua
lavando el sudor de tu generoso servicio.
Autor:
Clemente Sobrado
,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,