![Captura de pantalla 2012-02-25 a las 19.54.36](http://artenara.files.wordpress.com/2012/02/captura-de-pantalla-2012-02-25-a-las-19-54-366.png?w=470&h=293)
Cuenta la
leyenda que un hombre oyó decir que la felicidad
era un
tesoro.
A partir de
aquel instante comenzó a buscarla. Primero se aventuró por el placer y por todo
lo sensual, luego por el poder y la riqueza, después por la fama y la gloria, y
así fue recorriendo el mundo del orgullo, del saber, de los viajes, del trabajo,
del ocio y de todo cuanto estaba al alcance de su mano.
En un
recodo del camino vio un letrero que decía :
”Le quedan dos meses de
vida”
Aquel
hombre, cansado y desgastado por los sinsabores de la vida se
dijo:
“Estos dos
meses los dedicaré a compartir todo lo que tengo de experiencia, de saber y de
vida con las personas que me rodean.
“
Y aquel
buscador infatigable de la felicidad, sólo al final de sus días,
encontró que
en su interior, en lo que podía compartir, en el tiempo que le dedicaba a los
demás, en la renuncia que hacía de sí mismo por servir,
estaba el tesoro que
tanto había deseado.
Comprendió
que para ser feliz se necesita amar; aceptar la vida como viene; disfrutar de lo
pequeño y de lo grande; conocerse a sí mismo y aceptarse así como se es;
sentirse querido y valorado, pero también querer y valorar; tener razones para
vivir y esperar, y también razones para morir y descansar.
Entendió
que la felicidad brota en el corazón, con el rocío del cariño, la
ternura y la
comprensión. Que son instantes y momentos de plenitud y
bienestar; que está
unida y ligada a la forma de ver a la gente y de
relacionarse con ella y que
para tenerla hay que gozar de paz interior.
Y en su mente recordó aquella
sentencia que dice:
“¡¡Cuánto
gozamos con lo poco que tenemos y cuanto sufrimos por lo mucho que anhelamos
!!”
Autor desconocido
Pensamientos y
Reflexiones
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