El anochecer a su juego me llama. Te veo allí, tan sólo y confundido. Quiero resistir, pero me dejo llevar por el deseo y la imaginación de tenerte al menos por esta noche. Te quiero así, entregado al destino inmediato, sin pensar en consecuencias devastadoras. Te quiero así, cielo e infierno en un mismo concepto. Te acecho sigilosamente, paso a paso voy buscando el blanco ideal para mi ataque. Ahora no puedo dudar, no puedo dar un paso atrás, voy decidida a todo.
Estas allí, como un espectador en primera fila. Tu cuerpo no sabe qué hacer, pero sabe lo que quiere. Veo el brillo de tu piel que comienza a sudar, mientras sigo acercándome. Todo baila al ritmo del deseo que brota por nuestros sentidos, y nuestros latidos se aceleran a medida que nos acercamos. Como el efecto de un imán, no podemos resistir el contacto. Sé a dónde quiero llegar, pero la meta no es eterna si puedo disfrutar el camino que debo recorrer.
Me acerco, tomo tu mano y acariciándote suavemente te digo al oído: “déjate llevar”. Y sólo puedo pensar que te quiero así, sintiendo mis manos acariciando tu cuello y mis labios tocando lentamente los tuyos, dejándome encantar por lo dulce de tu piel, tocándonos, rozándonos, besándonos intensamente, tomándonos fuertemente.
Con nuestras miradas, transmitimos todas nuestras ganas de tener nuestros cuerpos fundidos. Amor mío, te quiero así. Quiero que me cautives con todos tus sentidos, dándome y pidiéndome cada vez más. Puedo sentir tu respiración agitada y el calor de tus labios, estoy agonizando… Pero estoy más viva que nunca. Nuestras mentes se pierden, por un instante no sabemos dónde estamos.
El juego termina, pero volverá a empezar.
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