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CENTRO DE TERAPIA BREVE -
C/ Córcega, 240, 2º 1ª. Barcelona - TEL: 934351658 (contestador) y 615581369
(móvil).
A finales del siglo XIX y
principios del XX, vivió un psicólogo francés muy conocido en su época llamado
Émile Coué. Su fama se debía a un sistema psicoterapéutico de su invención
llamado “coueísmo”. Coué creía que si las personas se decían a sí mismas frases
positivas se podían convertir en hombres y mujeres positivos. Incluso elaboró
una frase ideal para decirse todos los días: “Día tras día, en todos los
aspectos, me va mejor y mejor”.
Periódicos de todo el mundo le
hacían entrevistas y describían su consulta atiborrada de pacientes: hombres,
mujeres y niños con enfermedades nerviosas que en pocos días sanaban como por
arte de magia. A una señora con jaquecas muy severas, le decía: 'Madame, debe
usted repetirse todos los días, veinte veces seguidas, la siguiente frase: Día
tras día, en todos los aspectos, me va mejor y mejor.'
Al cabo de una semana, la
paciente volvía al consultorio del profesor Coué totalmente libre de dolores de
cabeza y éste le explicaba entonces a la paciente que debía seguir repitiéndose
la frase mágica el resto de su vida. Émile Coué publicó un libro sobre su método
y fundó la Sociedad de Psicología Aplicada de Lorraine, pero su fama se
desvaneció totalmente antes de su muerte y sus sistemas cayeron en el olvido, al
menos para la psicología científica actual. Y no sin razón.
El método de Coué es, en
realidad, un sistema de autosugestión. Los psicólogos sabemos que los seres
humanos somos muy susceptibles a las sugestiones. Es decir, es muy fácil
convencernos a partir de mensajes sugerentes. De hecho, la hipnosis consiste en
introducir a una persona en un estado parecido al del sueño en el que se le
puede convencer de casi todo. Por ejemplo, de que un limón tiene el sabor
sabroso de una manzana.
Las personas somos fácilmente
influibles, para bien o para mal. Es más, nosotros mismos podemos convencernos
de muchas cosas. Si cada día te repites frases negativas como: “Qué tonto soy” o
“No valgo para nada”, es muy posible que acabes creyéndotelo. Por eso, Émile
Coué llegó a la conclusión que decirse cosas positivas es la manera más sencilla
y rápida de tener salud mental. Pero se equivocaba.
Y el eje de su error estaba en
que el poder de las sugestiones tiene muy poca vigencia, su efecto apenas dura
unas horas. Y, además, si la realidad contradice a los mensajes, su poder de
sugestión se pierde. De hecho, un buen seguimiento de las “curaciones” de Coué
hubiese revelado que, al cabo de unas semanas o meses, los pacientes volvían a
sus problemas emocionales de siempre.
El auténtico optimismo
Hoy en día, sabemos, que el
auténtico optimismo tiene una base muy diferente al de la auto-sugestión. Las
personas positivas no lo son porque se dicen a sí mismas frases optimistas. Lo
son porque “creen” en una visión positiva de la vida que, además, se ajusta a la
realidad. Dicho de otra forma: no sirve de mucho repetirse como un loro que “las
cosas marchan bien” o “soy muy guapo” sino que hay que creer profundamente que
la vida tiene mucho que ofrecer casi en cualquier situación y que con un poco de
esfuerzo, somos capaces de realizar cosas gratificantes y con sentido. Y este
tipo de filosofía positiva hay que creerla con pruebas y argumentos. Esto es:
razonar frente a repetir. Pensar frente a parlotear.
Llenando la botella
Lola era una mujer de treinta y
cinco años de edad que acudió a terapia porque estaba deprimida. La vida, para
ella, era una “basura”. Tenía una trabajo horroroso en una cadena de producción
de una fábrica. Su novio era un tipo triste y aburrido. Y, para rematar la
faena, no se llevaba bien con sus padres y hermanos. Y, claro, después de varios
años así, no tenía fuerzas para ponerse a cambiar sus circunstancias. Estaba
atrapada en un mundo gris, monótono y desagradable.
–Dime, Lola, al menos, tú tienes
trabajo, ¿verdad? –le preguntó su terapeuta.
–Sí, visto así, es una suerte hoy
en día- respondió ella.
–Y, aunque tu novio sea aburrido,
no estás sola –prosiguió el psicólogo.
–Ya, es verdad.
–Y siempre podrías mejorar tu
relación con tu familia, aunque te cueste y haya mucho por trabajar. ¿O no?
–dijo el terapeuta.
Después de una reflexión así
(aunque mucho más larga, claro está), Lola, como la mayoría de las personas, era
capaz de ver las cosas desde un punto de vista más realista y optimista. Lo que
necesitaba era aprender a hacer ese trabajo mental consigo misma, sin la ayuda
de un terapeuta: aprender a razonar, a argumentar positivamente.
Por eso, los psicólogos damos a
nuestros pacientes deberes para hacer en casa en los que tienen que pensar:
• ¿cuál es realmente mi situación
comparado con el que de otras personas con dificultades?,
• ¿conozco a alguien que en mis
circunstancias, optaría por no quejarse y aprovechar sus capacidades para
mejorar?,
• ¿aunque muchas cosas vayan mal,
existe alguna forma de gozar de la vida, por remota que sea?
En este tipo de razonamiento está
la clave del auténtico optimismo y la positividad. Si llevamos a cabo una
reflexión enérgica y perseverante, no tardaremos mucho en empezar a cambiar. Y,
desde el lado soleado de la vida, te lo aseguro, se vive mucho mejor y, además,
tenemos más fuerza para cambiar lo que no nos gusta.
Tras unos pocos meses de terapia,
Lola empezó a ganar optimismo. Cuando hablaba de su novio, ya no lo describía
tan duramente como antes: 'Es verdad que no es muy activo, pero nunca dice que
“no” a un plan si se le ofrece.'
Su visión de su familia nuclear
tampoco era tan mala: 'Mi familia que es como todas, tiene cosas buenas y malas,
pero son los que, pase lo que pase, siempre te querrán.'
Y, finalmente, decidió que iba a
cambiar de empleo. No sabía exactamente lo que quería hacer, pero con el apoyo
de su novio y de sus padres fue capaz de lanzarse a la piscina y empezar a
enviar currículums en otros ámbitos de trabajo.
A nivel emocional, lo que Lola
aprendió a hacer fue manejar sus propias valoraciones de la vida, de lo que le
sucedía. Todos los días, con esfuerzo, hasta que empezó a pensar de otra forma.
Es algo que todos podemos aprender a hacer: ser positivos para sacar lo mejor de
nosotros mismos, para aprovechar lo bueno de la vida.
Para ganar positividad
Ábrete al mundo: si te fijas en
lo que sucede a tu alrededor y te interesas por las vidas de los demás, verás
que en todas partes ocurren desgracias, hay carencias y problemas. Pero si te
fijas bien, verás que muchas personas no dejan que eso que les falta les impida
ser felices. Tú puedes hacer lo mismo: es la base del pensamiento positivo.
Educa tu mente: cuando te
encuentres desanimado, date argumentos a favor de la alegría y sé consciente de
tus oportunidades Y hazlo enérgicamente. Verás que las emociones te acompañarán.
No necesites tanto: todos
conocemos a personas que viven con poco pero son felices. Y es que, en realidad,
todas esas “necesidades” inventadas del mundo moderno no son más que espejismos.
Está bien disfrutar de los bienes materiales, pero si no los tienes, tampoco es
para tanto: la belleza, la amistad y el amor son gratuitos. ¿Necesitas algo más?
Sobre Rafael Santandreu:
Psicólogo colegiado en el
Col.legi Oficial de Psicòlegs de Barcelona. Nº 8711
Licenciado enPsicología por la
Universidad de Barcelona
Especialización en Psicología
Clínica en elCentro di Terapia Strategica de Arezzo(Italia)
Fue redactor jefe de la revista
de divulgación en psicología Mente Sanade RBA, durante más de tres años
Fue profesor de la Universidad
Ramon Llull de Barcelona durante cuatro años
Actualmente formador en
psicología en el Col.legi Oficial de Metges de Barcelona
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