¿Cuál es el rol del padre?

¿Cuál es el rol del padre?
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Durante mucho tiempo hemos creído que sólo la madre era indispensable en el buen desarrollo del niño. Pero ahora sabemos que el rol del padre está lejos de ser secundario. Más allá de encarnar la autoridad, el progenitor ejerce una influencia positiva en el conjunto de la personalidad del hijo desde el principio.

El “padre azotador”…

La psicología del siglo XX se ha puesto de acuerdo en atribuirle al padre la función de representante de la ley. El progenitor, por el mero hecho de existir (al menos en el inconsciente de la madre), impide simbólicamente que la relación fusional madre-hijo se prolongue más de lo necesario. Esto permite que el niño se abra al mundo de los otros. El padre encarna y transmite al niño las reglas que le permitirán adquirir fuerza de carácter, poder de control, sentido moral y deseo de afirmación. La figura tradicional del padre representa la autoridad y permite la socialización.

Modelo de identificación

Se ha establecido igualmente que el padre desempeña una función en la construcción de la identidad sexual del hijo. Así, el hijo varón intentará “parecerse” a su progenitor, mientras que para la niña el padre es una suerte de modelo ideal del sexo opuesto al que aspirará tras la pubertad.

Desde esta perspectiva clásica, es la madre la que debe aportarle al hijo pequeño afecto y presencia activa. En cambio, el rol que se le atribuye al padre es simbólico y su presencia no se considera indispensable en los primeros años de vida del niño. Lo que importa es que el padre exista en el pensamiento y en el discurso de la madre, para que así el pequeño entienda que no es su único objeto de deseo. Este esquema sigue siendo válido para infinidad de psicólogos, sin embargo, no explica la influencia de la presencia afectiva y efectiva del padre.

Los tiempos han cambiado

El rol tradicional que se le ha adjudicado al padre está relacionado con una concepción esquemática y anticuada de la pareja: al hombre le corresponde el mundo exterior y la función económica; y a la mujer, la casa y la función afectiva. Este modelo también responde a una estructura familiar construida para durar.

Pero la pareja ha evolucionado. Las mujeres se han hecho un hueco en el mundo laboral y los padres tienen tendencia a implicarse más en las tareas de la casa y en la crianza de los hijos. La estructura familiar tradicional se ha roto en mil pedazos y ha dado lugar a un mosaico de estructuras muy distintas (familias monoparentales, recompuestas, etc.). En fin, la visión de las relaciones familiares ha cambiado. La mujer no acepta que su vida se reduzca a la maternidad. Paralelamente, los hombres se muestran cada vez más proclives a renunciar al principio de la patria potestad, y en cambio se reconocen sensibles y afectuosos con sus hijos, sin que ello suponga un atentado a la identidad masculina. De manera que hoy se perfila un nuevo modelo de padre, pero ¿cuál es su impacto en el desarrollo del niño?

¿Qué aportan los “nuevos padres” a los hijos?

Muchos estudios han explorado la influencia de la presencia física y activa de los padres en el desarrollo de sus hijos. Los resultados han demostrado que ésta les prepara más rápida y eficazmente para afrontar los retos del mundo exterior. Así, los hijos aprenderían con mayor velocidad a defenderse solos, a ser reconocidos y aceptados en un grupo de niños y a integrarse en la reglas de la vida colectiva. Mediante sus intentos de desestabilización, el padre incita al niño a adaptarse a lo nuevo. Por su tendencia a fomentar la exploración, prepara al pequeño a afrontar lo desconocido; y por su inclinación a los juegos físicos (cosquillas, peleas de mentira) contribuye a sensibilizarlo con respecto a las reglas y al adversario. Los “nuevos padres” ejercen una acción dinamizadora desde los primeros años de vida del niño, ayudándole a construir un puente entre la afirmación de sí mismo en la familia y fuera de ella.

¿Un rol afectivo tan fuerte como el de la madre?

Un ámbito de las relaciones entre padres e hijos que los estudios no han investigado todavía es el de la forma que puede adquirir el vínculo afectivo entre ambos. Siempre se habla de la relación con la madre; sin embargo, ha sido demostrado que el bebé de menos de un año es susceptible de encariñarse con muchas personas, también con el padre. Ahora bien, cuando el niño siente angustia o desamparo lo normal es que acuda a la madre para buscar consuelo.

Aún hay pocos datos tangibles que nos orienten sobre el tipo de vínculo afectivo que el niño establece con el progenitor. A pesar de ello, cada vez son menos los profesionales que dudan de los beneficios que el padre aporta a la madre y al desarrollo del niño desde que nace.