Y es que a Dios se le encuentra en el silencio. Se
habla mucho del eclipse de Dios, como si hubiera abandonado a sus criaturas,
como si no llegaran a sus oídos los gritos de quienes le suplican. Pero, ¿es que
Dios no habla, o es que el hombre se ha vuelto incapaz de escucharle?. "El
silencio es la gran revelación", escribió Lao-Tse. De san Benito dijo san
Gregorio Magno con frase lapidaria que "alejado del mundo vivía consigo mismo".
Del hombre contemporáneo quizás pudiera afirmarse lo contrario: "vive fuera de
sí", por esto no se encuentra. Extra-vertido, volcado a los demás, son los demás
quienes van marcando sus criterios, sus normas, sus ideas... Agustín lamentaba
haber perdido el tiempo buscando a Dios por las afueras, en vez de penetrar en
lo más íntimo de su propia intimidad. Tomás de Aquino llegó a decir que "a lo
más que puede aspirar el hombre es a unirse a Dios como al Gran Desconocido".
Porque Dios no es nada de lo que vemos o palpamos, siempre está "más allá" de
nuestros pensamientos, es "el totalmente Otro", el "Misterioso". Imposible
alcanzarle. Sin embargo, es posible que Él nos alcance. Lo único que me pide es
dejarme alcanzar, estar disponible, captar la onda de Su Espíritu y escuchar...
creando silencio. "No saber más nada", decía sor Isabel de la Trinidad. Su
maestro Juan de la Cruz había escrito: "Nada, nada, nada, nada, nada en el
Camino; y en la Montaña, nada".
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