Fue tanta la insistencia de
la escarabaja y tantos sus argumentos
cuestionando la amistad
que su compañero
mantenía con el gusano
que el escarabajo
decidió poner a prueba esa amistad
alejándose del gusano para
esperar a que éste
lo buscara.
Pasó el tiempo, y un día
llegó
la noticia de que el gusano
estaba muriendo, pues su organismo
se había resentido por los
esfuerzos
que cada día hacía para ir a ver
a su amigo el escarabajo y,
como no lo conseguía durante toda
una jornada diurna, el gusano
tenía que devolverse sobre sus
pasos
para pasar la noche en el
refugio
de su propia
casa.
Al saber esto, el escarabajo,
sin preguntar a su compañera,
decidió ir a ver al
gusano.
En el camino se cruzó con
varios insectos que le contaron
de las diarias e infructuosas
peripecias del gusano
para ir a ver a su amigo
el
escarabajo y averiguar
qué le había
pasado.
Le contaron de cómo se exponía
día a día para ir a buscarlo,
pasando
cerca del nido de
los pájaros.
De cómo sobrevivió
al ataque de las hormigas y así sucesivamente.
Llegó el escarabajo hasta el
árbol
donde yacía el gusano
esperando
ya el momento
final.
Y al verlo a su lado, el
gusano,
apenas con un hilo de vida,
le dijo al escarabajo
cuánto
le alegraba ver
que se encontrara
bien.
Sonrió por última
vez
y se despidió de su amigo
sabiendo que nada malo le había pasado a éste.
El
escarabajo sintió vergüenza por haber permitido que las opiniones de otros
minaran su amistad con el gusano
y
sintió
dolor por haber perdido
las
muchas horas de regocijo
que
las pláticas con su amigo
le
proporcionaban y,
sobre
todo, por
haberle puesto
en
una situación que
le
causó la muerte.
Al final entendió que el
gusano,
siendo tan diferente, tan
limitado y
tan distinto de lo que él era,
era su amigo, a quien respetaba y
quería porque, a pesar de
pertenecer
a otra especie, le había ofrecido
su amistad.
Y así aprendió varias
lecciones ese
día:
Primera:
La amistad está en ti
y no en los demás.
Si la cultivas en tu propio ser, encontrarás el gozo del amigo.
Segunda:
El tiempo no condiciona
las
amistades.
Tampoco lo hacen las razas
ni las limitantes propias o
las ajenas.
Tercera:
El tiempo y la distancia
no son los factores
que destruyen una
amistad.
La
destruyen las dudas
y
nuestros temores.
Cuarta:
Cuando pierdes un amigo,
una
parte de ti se va con él.