27/05/12
En esta noche de domingo no hay que preocuparse por el control de alcoholemia
ni la resaca del día siguiente. Aquí – boliche de Palermo, diez de la noche –,
el cartel de JB está tan desubicado como los patovicas de la puerta. La gente
baila desenfrenada, como si un pastillaje de laboratorio desbordara sus venas.
Pero no.
Lo más cercano a un estimulante que han consumido es el jugo de pasto de
trigo orgánico .
En una Argentina donde la despenalización de la marihuana parece un hecho y
el alcohol se bebe en cantidades preocupantes, un grupo de jóvenes decidió ir a
contramano de todos y juran que puede haber diversión cuando no hay ni drogas ni
alcohol. “Yoga rave” es el nombre de este invento que ofrece un cóctel de yoga,
meditación y música electrónica.
La noche comienza temprano, 20:30. La música va desapareciendo de a poco y al
escenario sube un profesor. “Inhalo, exhalo, inhalo, exhalo”, repite. Y todos se
van estirando. Las bolas de espejo están inmóviles y el lugar queda en silencio.
La meditación ni siquiera es alterada por un grupo de nenes que llegaron con sus
padres. Hasta los barmans desaparecen porque debajo de la barra, sentados con
las piernas cruzadas. A algunos, la cara de aburridos les pesa, pero igual
siguen disciplinados. “La sonrisa es la mejor droga”, promete el profesor para
anunciar que ya es hora de prepararse para la fiesta.
Flota en el ambiente cierta estética setentista mas cercana al gurú Maharaji
que a las revoluciones sociales.
Pero si sus antecesores del hippismo reclamaban su derecho a hacer de su
cuerpo un laboratorio en el que descubrir nuevas percepciones, para estos
jóvenes la revolución pasa por un mundo saludable .
A simple vista son una rara avis en medio de la noche porteña. Pero basta
repasar su agenda para ver que, desde 2009, cuando comenzaron con las fiestas,
los seguidores fueron en aumento. No sólo le quedan un puñado de provincias por
recorrer – Córdoba y Rosario son sus fuertes – sino que además acaban de llegar
de una gira por las principales ciudades de Estados Unidos que incluyó una noche
con 1.500 personas en la disco Pachá de Nueva York. Hasta el New York Times les
dedicó un artículo.
Es que estas fiestas sanas parecen encajar a la perfección con el auge del
yoga en Argentina.
La idea original comenzó en 2007 y reconoce dos creadores, Rodrigo Bustos y
Nicolás Pucci. Músicos, amigos, vecinos de la zona norte, y cultores de todos
los requisitos de la vida sana: los dos, además, se sentían perdidos en las
noches de excesos. Así hicieron la primera fiesta en la casa de Rodrigo, en el
Bajo de San Isidro. Eran sólo quince. Y se divirtieron tanto que volvieron a
insistir. Pero les faltaba algo: la música. Y así nació So What Project! , la
banda que armaron Nicolás y Rodrigo. Como lo que querían era recrear el espíritu
colectivo de las rave, lo que se les ocurrió fue tomar mantras y hacerlos
sacudirse al ritmo de la música electrónica.
Yoga Rave funcionó tan bien que llevaron el proyecto a El Arte de Vivir, la
ONG que se dedica a combatir el estrés como una forma de lograr la paz mundial.
Sus encuentros convocan a miles de personas y en Argentina tiene cada vez más
seguidores. Este año, en Berlín convocaron a más de 30 mil personas y allí
estuvieron tocando para ellos Rodrigo y Nicolás.
Termina la meditación y todos se van estirando. Poco a poco vuelve la música
y el lugar se ilumina con la pantalla de los celulares de los que no aguantan
tanto tiempo desconectados.
So What sale al escenario y todos gritan. Dos chicas saltan y se abrazan como
si delante estuviera Oasis. Otro grupo arma un pogo con la potencia de un
recital de los Redondos. “Es una noche en que podés hacer algo distinto, después
salís como siempre, pero esto es probar otra cosa”, dice Sabrina, una fiel
seguidora.
La mayoría recién va por los veinte, pero están los de cincuenta que
encontraron en el yoga una revancha para la juventud perdida. Hay padres con sus
hijos y abuelos con los nietos, porque, queda claro, el único exceso aquí será
pasarse con la espirulina y el jugo de naranja. A un costado se pasea el
embajador de la India y a los barman no les alcanzan los brazos para licuar el
pasto.
“Cuando me di cuenta de lo que estábamos haciendo, el lugar estaba rebalsado
de gente”, confiesa Rodrigo. Y sobre los que reclaman su derecho a tomar una
copa, dice: “Este es un juego reglado de esta manera, es como invitarte a jugar
al fútbol y que quieras tocar la pelota con la mano”.
A las once y media todo termina. El pelado grandote de la puerta tiene cara
de quien no ha tenido mucho para hacer en esta noche. Un grupo de amigos se
aleja por Santa Fe. Uno dice: “Uf, que noche”.
Fuente: http://www.clarin.com/sociedad/tendencias/fiestas-sanas-moda-argentina-exporta_0_707929252.html
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