Un «¡espera!», un «¡recuerda!» es cuanto queda de tu voz en mi oído... ¡todo es eso! ¡Nunca en tus labios floreció mi beso! ¡Jamás mis sueños perfumó la seda
de tus cabellos..! Bajo la arboleda nos dijimos ¡adiós..! Y en un exceso de orgullo y de rencor, quitose el preso sus cadenas de rosas... ¡Dios conceda
a tu alma la dicha ambicionada! Yo, en las frías tinieblas de la nada con pasos de sonámbulo me pierdo...
¡Y aullando de dolor, sobre la arena del pasado, mi vida es una hiena devorando el cadáver de un recuerdo!