Dos ventanas
Al despertar diariamente, abrimos dos ventanas para el mundo.
Son nuestros ojos que se abren hacia la
poesía que se renueva cada mañana.
Las ventanas, sin embargo, no son todas iguales.
Y no hablamos del color del iris, del tamaño de los ojos,
sino de la capacidad de ver.Existen personas dotadas de una visión
muy atenta, sin embargo, no perciben detalles importantes.
Existen otras, desprovistas de la visión física que abren sus
ventanas con extremada percepción.
Cada una puede y ve lo que desea, aquello que le interesa.
Existen las que ven el cielo azul, las aves
que parecen planear en el aire. Observan su vuelo,
su afán para buscarel alimento, agua, descanso.
Se asombran con la capacidad de esos pequeños
seres alados que, sin consultar el reloj,
consiguen despertar al amanecer y recogerse al anochecer.
Algunos abren sus ventanas y encuentran aguas
cantantes donde la vida se mueve, crece y se reproduce.Observan cómo
se abren los pétalos de una rosa en los canteros y en los floreros bien
arreglados, que reciben todos los días el cuidado de manos atentas.
Otros ven el trabajo de aquellos que dedican
sus esfuerzos hacia sus semejantes.
Allí, una joven cuenta historias y enciende la imaginación a la infancia.
Y las personas observan las expresiones de los
rostros alternándose de la sorpresaal deslumbramiento.
Más adelante, un joven se esmera al enseñar su arte del
dominio de la pelota o la técnica de la natación.
En el escenario, al aire libre,
una bailarina clásica enseña a las niñas de la periferia el arte de la danza,
permitiendo que expresen la poesía que les vibra en el alma.
Niños van a la escuela. Con sus mochilas a cuestas cruzan sonrientes,
alegres y corren gritando de felicidad.
En las murallas, los gorriones saltan y de ahí se lanzan,
equilibrándose en las ramas de los árboles cercanos.
En la primavera que teje versos, ellos construyen sus nidos, preparando
el hogar para los pichones que no tardarán.
Gatos somnolientos abren y cierran sus ojos, s
oñando con los pájaros que irán a cazar.
Mariposas coloridas bailan en el aire. Los jazmines exhalan su perfume.
A veces, se oye el cantar de un gallo. ¿Será mediodía?
Un avión cruza conduciendo personas a lugares distantes.
Cada una lleva un sueño, cada una cumple una tarea.
Y todo, todo está correcto. En el lugar exacto, en el momento preciso.
Cuando mis ventanas ven todo eso, me siento feliz.
Feliz por participar de ese magnifico concierto.
De ser parte de él.
Ciertos días, sé que soy como las cuerdas de un violín,
emitiendo notas suaves.En otros, parezco un instrumento de percusión,
con un ruido ensordecedor.
Es mi alma que se emociona con lo que presencia a través de mis ventanas.
Entonces, deseo perfeccionar un tanto más ese magnífico arte de
aprender a observar, para descubrir mayores tesoros en este inmenso
y maravilloso mundo de Dios.El mundo está repleto de bellezas.
Lo que aún nos hace falta es la exacta percepción de todo que nos rodea.
Debemos dedicarnos al perfeccionamiento de nuestra capacidad
de observar en profundidad.Entonces, miraremos hacia el arco iris
y no veremos solo los siete colores que nuestra visión física detecta.
Encontraremos todos los matices que el alma sueña,
el poeta idealiza, el Espíritu ve.Y todo nos hablará de Dios,
Suprema bondad, Suprema perfección, que a cada amanecer
supera nuestras expectativas presentándonos otras
maravillas para nuestro deleite.
Piensa en eso.
Redacción del Momento Espírita.
En 18.09.2008.