TERCERA ESTACIÓN
Jesús cae por primera vez
Adoramus te, Christe, etc.
No extraño, dulce Jesús mío, que sucumbáis rendido al enorme peso de la cruz.
Lo que me pasma y hace llorar a los Angeles de paz es la bárbara fiereza con que os tratan esos sayones inhumanos.
Si cae un vil jumento se le tiene compasión, lo ayudan a levantarse.
Pero cae el Rey de los cielos y tierra, el que sostiene la admirable fábrica del universo, y lejos de moverse a compasión, le insultan con horribles blasfemias, le maltratan y acocean con diabólico furor…
¿Y qué hacíais, en qué, pensábais entonces, dulce Jesús mío? … En ti pensaba, pecador, por ti sufría con infinita paciencia y alegría.
Tú habías merecido los oprobios y tormentos más horribles; y yo para librarte de ellos he querido pasar por este espantoso suplicio.
¿No estás todavía satisfecho?…
¿Quieres aún maltratarme con nuevas ofensas?
Aquí me tienes; descarga tú también fieros golpes sobre mí.
No, Jesús mío, no; antes morir que volver a ofenderos.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Miserere nostri, etc.
Oh pecador ingrato
Ante tu Dios maltratado,
Ven a llorar herido
De contrición aquí.
Levántame a tus brazos,
¡Oh bondadoso Padre!
Ve de la tierna Madre
Llanto correr por mí
Llevemos, etc.
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