SEXTA ESTACIÓN
La Verónica enjuga el rostro de Jesús
Adoramus te, Christe, etc.
¡Qué valor el de esta piadosa mujer! Ve aquel rostro divino a quien desean contemplar los Ángeles, cubierto de polvo, afeado con salivas, denegrido con sangre; y movida de compasión, quítase la toca, atropella por todo, y acercándose al Salvador, le enjuga su rostro desfigurado.
¡Ay! ¡Cómo confunde esta mujer fuerte la cobardía de tantos cristianos que por vano temor del qué dirán, no se atreven a obrar bien! ¡Oh dichosa Verónica, y cómo premia el Señor tu denuedo, dejando su rostro Santísimo estampado en tres pliegues de esa afortunada toca!
¿Quieres tú, cristiano, que Dios imprima en tu alma una perfecta imagen de sus virtudes?
Huella, pues, generoso el respeto humano, como la Verónica; haz con fervor, haz a menudo el Via Crucis; y no dudes que Jesús grabará en tu alma un fiel traslado de sus virtudes; y viéndote el Eterno Padre semejante al divino Modelo de predestinados, te admitirá en el cielo.
Padre Nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
Miserere nostri, etc.
Tu imagen, Padre mío,
Ensangrentada y viva,
Mi corazón reciba,
Sellada con la fe.
¡Oh Reina! de tu mano
Imprímela en mi alma,
Y a la gloriosa palma
Contigo subiré.
Llevemos, etc.
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