Tan indispensable como el oído para un compositor o la mano para un artista, así de importante es la visión para Rob Spence, un cineasta que perdió su ojo derecho en un accidente cuando tenía 13 años. Un hombre que, en lugar de pasar el resto de su vida frustrado por el impedimento, decidió recurrir a la tecnología para ser el primero en implantarse un ojo biónico.
Así, este canadiense de 36 años aceptó que le colocaran en la cavidad ocular derecha una prótesis especial -con una cámara en su interior- que transmite los videos grabados en forma inalámbrica. "Si perdiste un ojo y tenés un hueco en la cabeza, por qué no meter una cámara allí", comenta cuando le preguntan los motivos de su decisión.
Spence perdió un ojo accidentalmente, mientras jugaba con su abuelo irlandés. La nueva prótesis no va a restituirle la visión, ya que no está conectada a su cerebro, pero en su caso le devuelve la posibilidad, de algún modo, de realizarse como cineasta. El espacio del globo ocular para la cámara es de 9 mm de espesor, 30 mm de ancho y 28 mm de altura. En tanto que el implante tiene 4,5 mm de espesor, 27 de ancho y 26 de alto (Ver infografía).
Para restarle dramatismo al asunto se bautizó a sí mismo como el "muchacho del ciberojo" y sostiene que su intención es "tener la habilidad de hacer películas donde sea, a toda hora, con sólo girar la cabeza". El deseo de Spence junto con su equipo de colaboradores es lograr que su ojo biónico, especialmente diseñado para él, registre un documental basado en las grabaciones de aquellas personas con las que se cruce durante el día.
Cuando le preguntan sobre la incomodidad que podrían sentir algunos hombres y mujeres al ser filmados sin autorización, Rob dice: "En Toronto hay instaladas 12 mil cámaras de vigilancia. Pero lo raro que descubrí es que a los vecinos no les importaban las cámaras de vigilancia: estaban más preocupados por mí y mi ojo con cámara porque sienten que es una peor invasión de su privacidad". Pese a las críticas, sigue adelante con su planes. Comparte el proyecto (que se puede seguir en www.eyeborgblog.com) con Steve Mann, profesor de la Universidad de Toronto, experto en ingeniería electrónica y prótesis cibernéticas. "El desafío no sólo está en conseguir que envíe y reciba imágenes -dice Mann- sino en que también se adapte al formato del ojo". La idea no es que la cámara permanezca encendida todo el tiempo. Spence aclaró que la apagará en lugares y situaciones íntimas, porque no se trata de hacer un reality show. Y dispara: "El comportamiento que voy a tener es similar al de cualquier persona con un celular. Cuando llegue a determinados lugares la voy a mantener apagada".
Curiosamente, el documentalista canadiense no es el único embarcado en una innovación de este tipo. Tanya Vlach, una artista californiana que perdió un ojo en un accidente de tránsito en 2005 también está tratando de desarrollar una cámara-ojo. Quiere convertirse así misma en una especie de video-instalación, una síntesis perfecta entre el artista y su obra. Y en Nueva Zelanda, Nadya Vessey cuenta con una prótesis en forma de cola de pez que la ayuda a cumplir su sueño de nadar (perdió sus piernas a los 16). Su implante fue creado por la misma empresa que hizo los efectos especiales de algunos filmes de Peter Jackson, como "El Señor de los Anillos" y "King Kong". Con ella, Nadya se siente una verdadera sirena.