LA AMISTAD, FENOMENO HUMANO
La amistad es un fenómeno natural propio de la naturaleza social del hombre, que encuentra en otros semejantes una relación de afinidad, simpatía, que le lleva a unirse a ellos por el afecto.
Los gentiles y los pecadores amaban solamente a sus amigos. El estudio de la amistad en la Antigüedad nos puede ayudar a conocer la diferencia y superioridad de la amistad cristiana.
LA AMISTAD EN LA ANTIGüEDAD CLÁSICA
a) Pitágoras. De los antiguos el que más trató del tema de la amistad fue Pitágoras. Incluso llegó a fundar unas fraternidades o asociaciones en que se procuraba vivir la amistad del modo más perfecto. Estas comunidades desaparecieron quizá por constituirse en grupo aparte y separado de los demás ante los que se mostraban con indiferencia y un cierto aire de superioridad.
b) Sócrates. Platón describe en sus Diálogos el pensamiento de Sócrates sobre la amistad: se basa en el amor y se regula por la virtud. La amistad surge de la necesidad de algo que no se posee y se necesita. Más adelante se dará una compenetración entre amigos.
c) Aristóteles. Trata magistralmente de ese tema en la Ética a Nícómaco. El núcleo de su pensamiento es que la amistad es una actividad por la que dos o más se asocian para alcanzar la felicidad.
"Es preciso compartir la existencia del amigo, cosa que se logra por la convivencia y conversando y compenetrando entre sí los pensamientos" La unión a la que tiende la amistad lleva a la consideración del otro como otro yo.
Para Aristóteles la amistad está marcada por el fin a que se dirige. No basta con la semejanza o con la compenetración para que la amistad sea buena, tiene que buscar fines buenos, sólo así es verdadera y crece.
La amistad mala más bien es complicidad. La amistad, en Aristóteles, es una emulación en la virtud. El modo óptimo de alcanzar la felicidad es la amistad.
d) Cicerón. Más que un tratado hizo un ensayo sobre la amistad. Como pensador dice que el amigo es "otro yo" y "la mitad de nuestro ser" Sólo se alcanza la amistad cuando hay virtud: sinceridad, constancia, etcétera. Por eso hay que excluir "la mayor peste de la amistad, que es la adulación, la zalamería y el servilismo porque, désele el nombre que se quiera, hay que delatarlo como vicio de hombres ligeros y falsos que dicen todo por agradar y nada por amor a la verdad"
Esta misma actitud moralizante siguió durante el imperio romano, aunque con cierto escepticismo.
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
En el Antiguo Testamento se respira el mismo ambiente a que llegaron los pensadores grecolatinos, pero con un fuerte componente religioso que fortalece y eleva la amistad. Por una parte, la amistad requiere virtudes: "el hombre amable en el trato será más estimado que el hermano" (Prov. 18, 24), y añadirá: "los buenos consejos del amigo son dulzura del alma" (Prov. 27, 9)
Los libros sapienciales contienen muchas sentencias sobre la amistad. El Eclesiástico distingue el verdadero del falso amigo; sobre el buen amigo dice:
"Un amigo fiel es poderoso protector, el que le encuentra halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel, su precio es incalculable. Un amigo fiel es remedio saludable: los que temen al Señor lo encontrarán. El que teme al Señor es fiel a la amistad, y como fiel es él, así lo será su amigo" (Eclo. 6, 14-17)
El motivo fundamental de la amistad lo pone sobre todo en el amor a Dios sobre toda otra consideración humana. Por eso dirá el Levítico: "Ama a tu amigo como a ti mismo" (Lev. 19, 18) A este precepto hace referencia Nuestro Señor Jesucristo haciendo ver que todo hombre tiene razón de amigo superando las distinciones de raza, país, nivel social, etcétera.
JESUCRISTO Y LA AMISTAD
Sería un error tener una imagen del Señor lejana y fría. Jesucristo habló con solemnidad cuando las circunstancias lo requerían pero trató a todos de un modo entrañable y lleno de amor, incluso a los que no querían ser amigos suyos sino que le perseguían como enemigos.
Con los que se consideraban amigos suyos tuvo el Señor una amistad que adquiere unos tonos llenos de cariño y amor. Precisamente el modo cómo le avisan de la enfermedad de Lázaro es diciéndole: "el que amas está enfermo" (Jn. 11, 3), y los judíos al verle llorar ante el sepulcro del amigo decían: "¡Cómo le amaba!" (Jn. 11, 36)
El trato con los Apóstoles está lleno de cordialidad y delicadeza, como se evidencia a lo largo de la Ultima Cena.
El máximo nivel de amistad lo manifiesta cuando dice:
"Nadie tiene amor mayor que éste de dar uno la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos sí hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os digo amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca, para que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros" (Jn. 15, 15-17)
En estas palabras se advierte una amistad llena de cordialidad y muy superior a la de los gentiles, e incluso a la de los mismos judíos.
La relación entre Jesús y los suyos no es la de un señor con sus siervos. Hay una elección mutua, aunque es Jesús quien toma la iniciativa. Serán amigos de Jesús cuando cumplan su voluntad, pero precisamente su voluntad es que se quieran unos a otros.
El grado culminante de la amistad llega en Jesús cuando les dice que va a dar su vida para salvarlos, cosa que hará al poco tiempo.
Desde las grandes cuestiones hasta las menudas llega el amor de Jesús a los suyos. Es aleccionador ver cómo descansa en casa de Lázaro, Marta y María; cómo recoge a los suyos para descansar tras una temporada de intensa actividad, o cuando después de la Resurrección realiza el milagro de la segunda pesca milagrosa, tras una noche entera sin pescar nada, y al llegar a la orilla encuentran "unas brasas encendidas y un pez"; allí, al calor de la brasa, reconfortado el cuerpo por el alimento, tienen una conversación llena de intimidad, en que Jesús le dice a Pedro: ¿Me amas?, recuperándole así de su negación durante el juicio de Jesús.
La amistad que Jesús enseña recoge todos los valores humanos nobles, los eleva a un orden superior y los purifica de las miserias humanas y los prolonga en un amor eterno.
CONDICIONES DE LA AMISTAD