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General: VIEJO HOTEL DE PUENTE DEL INCA
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: copernico  (Mensaje original) Enviado: 05/08/2013 19:15
ESTE VIEJO HOTEL FUE DESTRUIDO POR UNA AVALANCHA DE NIEVE

- HISTORIA DEL MONTAÑISMO -



Recuerdos del Hotel de Puente del Inca
Provincia de Mendoza
- por Alfredo Del Giusti -

Leyendo de casualidad vuestro portal (CCAM) me entero de la muerte de Rosario Alejandro Cassis Bresciani (Biografía escrita por Jose Herminio Hernandez), lo que me ha conmocionado pues aún lo recuerdo, yo tengo 73 años, fue mi compañero de tareas por los años 53 al 55 en el hotel termal de puente del Inca, en el que yo trabajaba como adicionista, en mis recuerdos escribí estas líneas.

Ubicación de Puente del Inca, Mendoza, Argentina.
Ubicación de Puente del Inca, Mendoza, Argentina

>>AMPLIAR MAPA

El hotel termal de Puente del Inca fue construido en la época de los ferrocarriles ingleses y destruido por un alud en 1965.-Hace pocos días se ha anunciado el acuerdo argentino-chileno para rehabilitar el ferrocarril trasandino mediante costosas obras que demandarán varios años.-Del antiguo ferrocarril, en Puente del Inca quedan aún los restos de la estación.

De jovencito yo trabajaba como adicionista en ese hotel (hace más de 50 años).Pertenecía a la entonces Fundación Eva Perón, a la que luego el gobierno militar de 1955 le cambió el nombre por el de Instituto de Ayuda Social. Como solían llegar pasajeros  que no se animaban a cruzar la cordillera en automóvil de noche, tocaban el timbre y se alojaban allí. Con un amigo, Oscar Vitullo, nos turnábamos para hacer la guardia nocturna. Dormitábamos en un sillón de cuero, muy antiguo, que había en la recepción. Y si venía alguien, lo atendíamos y alojábamos.

El Hotel de Puente del Inca en la decada del 30, Mendoza
El Hotel de Puente del Inca en la decada del 30

Muchos años después, en 1965, bajó un alud desde el cerro Banderita sur, pasó milagrosamente por sobre la iglesia que aún existe y de la cual solamente le sacó una partecita de la cruz superior  y se abatió sobre el hotel, destruyéndolo totalmente. Vitullo estaba en el sillón de siempre. La nieve lo arrastró sentado en ese sillón sin sacarlo de él, como si estuviese pegado, lo llevó por el túnel que unía al hotel con los hoy abandonados baños termales y lo sepultó bajo más de 7 metros de nieve, en el fondo del río Las Cuevas. Soldados de la Compañía de Esquiadores de Alta Montaña “Teniente Primero Ibáñez” acudieron de inmediato pero nada pudieron hacer con sus pequeñas palas “lineman” para abrirse camino hacia el cuerpo de Vitullo, la única víctima que dejó ese alud. Como dato curioso, sólo conozco un antecedente similar en Austria. Hay en las montañas de ese país una iglesia que ha sufrido en su entorno varios aludes importantes, pero el templo sigue milagrosamente intacto. El hecho me recuerda algunas anécdotas vinculadas con la zona.

Los inicios del Hotel de Puente del Inca por 1920, Mendoza
Los inicios del Hotel de Puente del Inca por 1920


Desde Buenos Aires a Puente del Inca 

El desaparecido hotel de Puente del Inca, por la bondad de sus aguas termales, el tranquilo entorno, la pureza del aire y la belleza de la montaña, era un verdadero atractivo para las clases altas de Buenos Aires. Viajaban en el tren trasandino y ni siquiera descendían en la escala de Mendoza. Iban directamente a Puente del Inca. Allí descendían con sus largos vestidos y  sus baúles de ropa para lucir durante su prolongada estancia ,muchas veces de un mes. El personal del hotel, pese a la puna que a la hora de la llegada del tren se hacía sentir más en ese sitio a 2.720 metros de altura, trasladaba a pie trabajosamente ese equipaje hasta el hotel, ubicando a los pasajeros en sus habitaciones. El llamado "pabellón del río" era el más pedido, por su maravillosa vista hacia el valle.


Solo hacia el Aconcagua


Varias de esas noches de vigilia, un verano, de madrugada, salía un operario del hotel con una mochila. Le pregunté intrigado adonde iba y me contestó: “Al Aconcagua”. Se llamaba Alejandro Cassis, modesto obrero encargado de mantenimiento y apasionado montañista que había guiado a una expedición brasileña a la cumbre de un cerro virgen  de nuestra cordillera, que desde entonces se llama precisamente “Brasil”. Me explicó Cassis que se proponía subir solo al Aconcagua en invierno y que esas salidas fuera de su horario de trabajo, eran para llevar provisiones que enterraba a lo largo de la ruta por la que pensaba hacer cumbre, a fin de no tener que transportarlas cuando hiciera la travesía final. Cassis logró finalmente ser el primer andinista que hizo cumbre en el Aconcagua en invierno., según entiendo, pero últimamente me han comentado que no fue el primero. Tiempo después fue contratado para ir a la Antártida. Permaneció allí un año y cuando regresó, con el dinero de los sueldos y viáticos ahorrados cumplió otro de sus más preciados sueños: comprarle una casa a su anciana madre que vivía en Buenos Aires. No volví a saber de él, hasta hace poco tiempo, en que me enteré que falleció en Rosario.

El hotel de Puente del Inca en su apogeo, Mendoza
El hotel de Puente del Inca en su apogeo


Un dibujante de historietas


En esa época era habitual que parte de la temporada de verano se alojara en el antiguo hotel un dibujante, Lázaro Cozzi, autor de la historieta “Tucho, de canillita a campeón”, que publicaba la revista Patoruzito. Yo lo llevaba diariamente en mula a la cumbre del cerro Banderita norte, donde permanecía toda la jornada trabajando en su historieta. Mientras, la esposa y una hija de 16 años, paseaban por la zona, se daban baños termales y aprendían a andar a caballo por las morenas de la laguna de Horcones.


Puente del Inca fue un mar

En uno de esos ascensos encontré pequeños amonites petrificados, que demostraban – conservo algunos en casa – que hace millones de años la zona estaba cubierta por las aguas y luego se formó la cordillera, quedando esos ejemplares en la cumbre de los cerros.-

Compañía de Cazadores de Montaña 8 y el Hotel detrás. Hotel de Puente del Inca, Mendoza
Compañía de Cazadores de Montaña 8 y el Hotel detrás


Leyenda que origino el nombre

El doctor Tomás González Funes, un querido abogado y atildado personaje de nuestras calles, que siempre recorría las mismas con impecable traje, sombrero, bastón y camisa de “plastron”, en una visita a la biblioteca nacional de Lima, encontró una leyenda que tuvo la gentileza de fotocopiar, ampliar y enmarcar y donó al hotel que entonces había en Puente del Inca y que luego destruyó un alud.

En el imperio inca, una de las princesas enfermó y ninguno de los “curacas” daba con el origen del mal y de su posible cura. En un momento dado, apareció uno de los vasallos, y le sugirió que lo que la princesa tenía era “mal de amores” y que la única forma de que se curase, era enviarla hacia el lejano sur, allende la cordillera y acostarla tres días y tres noches a la vera de una fuente rumorosa que fluía en el lugar.(Las termas). El emperador armó una importante comitiva con sus mejores hombres, puso a su frente a uno de sus más leales guardias y organizó la propuesta caravana trayendo a la princesa hacia donde hoy se halla el puente, maravilla de la naturaleza. La princesa permaneció tres días con sus noches a la vera del manantial y sorpresivamente se curó. Cuando iban a regresar al Tahuantisuyu, según la leyenda, vino un enorme aluvión por el río Las Cuevas, lo que les impedía cruzar para retornar a su país. Los leales indígenas que la custodiaban, formaron entonces un puente sobre el río con sus cuerpos entrelazados y quedaron “petrificados”. La princesa, el fornido jefe de la guardia y el resto de los indígenas pudieron así emprender el camino de regreso. Cuenta la leyenda que al llegar a su destino, la princesa contrajo enlace con el  apuesto custodio que la había retornado al hogar sana y salva. Y colorín colorado…

El señor Giusti, padre. Detrás el Hotel de Puente del Inca, Mendoza
El señor Giusti, padre. Detrás el Hotel


El turismo

Debo recordar que el primer folleto turístico de Puente del Inca tuve la suerte de diseñarlo y editarlo. Fue impreso en color sepia y en el margen dice: “Textos AADG” (Mis iniciales). Es posible que allí, halla comenzado mi vinculación con el turismo que persiste hasta hoy, más de 55 años después. En aquella época los micros de excursión llevaban 20 pasajeros y me dieron entre otras la misión de contar cada día cuántos pasaban raudamente por el hotel rumbo al Cristo Redentor. Multiplicábamos los micros por 20 pasajeros y le dábamos la cifra al gerente, don Carlos Lanati. Este dividía el resultado por 2 y ordenaba a la cocina preparar tantos cubiertos. Llegaron a servirse 500 almuerzos diarios, lo que obligó a ampliar el salón comedor con una estructura acristalada que por supuesto el alud también abatió.


El mejor vino francés

Mientras escribo estas líneas viene a mi memoria el recuerdo de los famosos vinos franceses que había en la"gambuza" del hotel, con más de 30 años de antigüedad. De noche nos introducíamos en ella y sacábamos una botella. Como llevaba tanto tiempo estibada, tenía borra o sedimento. Con una servilleta de seda blanca puesta sobre la boca de una jarra, volcábamos el vino. Una vez así "destilado", lo probábamos. Si no estaba malo, lo consumíamos. Si no, lo descartábamos...y tomábamos otra botella con el mismo procedimiento...Cosas de muchachos irresponsables...y curiosos.

El señor Giusti, padre. En Puente del Inca, Mendoza
El señor Giusti, padre. En Puente del Inca


"Un señor Perón"


En los años 50, la única bomba de nafta de la zona estaba junto al hotel, en el estacionamiento. Era manejada con una palanca bombeadora por un italiano de apellido Batista, cuya esposa era también empleada del hotel. Batista llevaba muchos años en Puente del Inca y había conocido a un oficial llamado Perón, mientras éste practicaba esquí en la entonces Compañía de Esquiadores de Alta Montaña. Nació entre ambos una profunda amistad, que se prolongó muchísimos años. Cuando ese oficial Perón llegó a ser nada menos que presidente de la nación, siguió carteándose con Batista y éste se regodeaba mostrándole a sus compañeros de trabajo y a los turistas las cartas que recibía de la Presidencia de la nación, firmadas nada menos que por el general Juan Domingo Perón.


Una ascensión “de mentirita” 

Una expedición del Club Alpino Francés, fue la primera en ascender la pared sur del Aconcagua, con un saldo de dos internados en el Hospital Militar de Mendoza por congelamiento.

A su frente se hallaba René Ferlet, quien al regresar a su país escribió un libro sobre su presunta escalada.

Hotel de Puente del Inca 1934, Mendoza
Hotel de Puente del Inca 1934

La verdad es que Ferlet nunca subió a la cima. Como venía en viaje de luna de miel, recién casado con una bellísima profesora de castellano que conoció en Francia, permaneció todo el tiempo en el campamento base de Plaza Francia, adonde se le llevaban las provisiones desde el hotel.-

Una piqueta con el escudo en plata del CAF le fué obsequiada al empleado del hotel que le enseñara a la bella francesa a andar en mula por las morenas de Horcones y engalana una de las vidrieras de la Escuela Superior Internacional Islas Malvinas de Mendoza, a la que fue donada.
El amor todo lo puede...


Historia de una obsesión 

Cuando advino la revolución de 1955, el gobierno entrante designó interventor a un marino capitán de navío. Profundamente enemigo de Perón y del peronismo, era obsesivo. Se trasladó a Las Cuevas - flamante villa que formaba parte de su jurisdicción - e hizo sacar de la hostería toda la vajilla y amontonarla en la plaza. El personalmente, con un martillo, rompió uno a uno cada plato, cada jarra y cada taza, porque llevaban impreso un escudito con el retrato de María Eva Duarte. (Parecido al que hoy aparece en los letreros con la figura de nuestra actual presidenta). Por supuesto hubo que reponer toda la vajilla de la hostería. Cómo sería su posición ideológica que, caminando por la estación ferroviaria vio apilados muchos cajones de huevos vacíos pero con su maples, que llevaban la inscripción "P.P.".Estaban allí esperando ser transportados de regreso a Mendoza,. Creyendo que P.P. quería decir Partido Peronista, los hizo quemar sin atender razón alguna. Como consecuencia de su desatino quienes le sucedieron tuvieron que indemnizar al verdadero dueño de los cajones: Pascual Palmada...(Por eso llevaban la inscripción P.P.).

Hotel de Puente del Inca 1939, Mendoza
Hotel de Puente del Inca 1939


De interés para filatelistas
 

Cuando se inauguró la villa Eva Perón - hoy Las Cuevas - el correo argentino había decidido emitir sellos postales con la efigie de la primera dama, en distintos valores.

El día de la inauguración, en la correspondencia despachada desde esa estafeta postal al país y al exterior se estampó un matasellos alusivo "día de emisión ", que hoy es una valiosa pieza de interés para filatelistas.


Solo alcauciles en lata y Hesperidina 


Las Cuevas estuvo un año 90 días completamente aislada por las nevadas , en los años 50, cuando todos sus edificios (hostería, policlínico, correo, aduana, ferrocarril, migraciones, gendarmería, proveeduría, etc.) estaban ocupados por el personal de esos organismos y sus familias y por turistas que habían quedado allí aislados. Fue tanta la nieve que cayó ese año, que era necesario salir por la buhardilla del tercer piso de la hostería, caminar en la nieve por sobre la plaza --calcúlese la altura -- y entrar al policlínico que estaba enfrente, también por la buhardilla, para descender entonces hacia la planta baja. El largo bloqueo impidió durante ese tiempo la llegada de víveres, por lo que la población estable consumió todas las reservas, excepto dos: Hesperidina y alcauciles en lata. Ese llegó a ser el menú de las comidas al fin del bloqueo.

Tren llegando a Puente del Inca 1950, Mendoza
Tren llegando a Puente del Inca 1950


La fama de las aguas termales


También es interesante saber por qué la fama de las aguas termales de Puente del Inca, que hoy se pierden sin razón en el lecho del río Las Cuevas. Conocí entre otros, dos casos puntuales: el de un famoso neurocirujano cuyo nombre y apellido lleva una calle de Buenos Aires y el de la esposa de un famoso bodeguero de Mendoza, ambos ya fallecidos. Como disponían de posibilidades económicas, habían recorrido las mejores fuentes termales de Europa (Baden Baden, Vicchy, etc) pero en ninguna habían encontrado remedio a sus enfermedades. El neurocirujano padecía desde la primavera una impresionante soriasis en las manos que le impedía lógicamente ejercer su profesión. Llegaba en septiembre con guantes de lana para ocultar su mal y después de 15 días sumergiendo sus manos en las aguas sulfurosas de Puente del Inca, las manos recuperaban su aspecto normal. Por eso volvía año a año, cada primavera. Lo mismo pasaba con la señora del bodeguero. Tenía en su cuerpo enormes manchas como frutillas (rojas y ásperas) y después de un mes de baños termales y jornadas de sol en las orillas del río, las manchas desaparecían hasta el próximo verano.


Una experiencia desaprovechada

Cuando invitados por el gobierno de Francia fuimos a ese país y recorrimos las mejores fuentes termales de todo el territorio francés, tanto en el interior como sobre el Mediterráneo y el Atlántico y hasta Andorra, formaba parte del grupo el actual gobernador, Celso Jaque, a la sazón intendente de Malargüe y hoy gobernador de Mendoza. Pudo comprobar "de visu" la importancia del recurso termal  no solamente en la medicina sino también como atractivo turístico y su impulso en la economía.- Hoy en Mendoza hay 136 fuentes termales oportunamente analizadas por la desaparecida Oficina Química Nacional, pero solamente tenemos dos en explotación real. Cacheuta y Los Molles. Puente del Inca sigue derramando sus aguas en el río...Un recurso médico y turístico que se pierde irremisiblemente minuto a minuto....año tras año.

Hotel de Puente del Inca, Mendoza
Hotel de Puente del Inca, Mendoza


Un final anunciado

Al Puente del Inca, un verdadero atractivo turístico, no le espera una larga vida. Año a año se va deteriorando más y nunca se hicieron los trabajos de refuerzo aconsejados desde los años 50 por la entonces Dirección Nacional de Arquitectura, casi simultáneamente con la construcción de la Villa Las Cuevas. 

Es el mismo desinterés que se advierte desde hace años en el mantenimiento del camino desde Las Cuevas al Cristo Redentor o, más acá, desde Villavicencio a Uspallata.- Son íconos del turismo mendocino por los cuales nada se hace.....
Espero que quienes nos sigan vean concretados tantos anhelos.

Alfredo Del Giusti

Propaganda de Andinismo en Puente del Inca, Mendoza
Propaganda de Andinismo en Puente del Inca



Área Restauración Fotográfica del CCAM:
 Natalia Fernández Juárez 




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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: copernico Enviado: 05/08/2013 19:26
Puente del Inca, la leyenda de un hotel en 

ruinas




Ruta Nacional Nº 7 camino internacional a chile un camino que recorre desfiladeros y quebradas y pese a la majestuosidad del entorno árido de la cordillera es muy transitado mayormente por camioneros y particulares que van i vienen entre Mendoza y Santiago de chile.

Esto ha sido así por siglos solo que antes el trasiego entre uno y otro lado de la cordillera se hacía a caballo un tráfico que fundamentalmente tenía que ver con el arreo de ganado.

Un desvió cercano a la ruta nos lleva a orillas del caudaloso arroyo Picheuta



Más allá del arroyo Picheuta, alzándose en el Km. 21, el Puente de Picheuta es protagonista, es un puente de piedra muy sólido que hasta parece natural tiene una altura bajo el arco de 7 metros y algunos historiadores dice que fue construido alrededor del 1786 o sea antes de la revolución de Mayo por lo que no sería extraño que se trate del puente más antiguo del país por cierto el puente angosto e histórico parece ser necesario al resto del paisaje en definitiva todo fotografía muy bien.



Seguimos con nuestro camino por que este no es nuestro objetivo, más adelante siguiendo en esta ruta por el faldeo del cordón montañoso atravesando uno a uno los túneles de la carretera Internacional. En el verano toda esta zona es muy linda y hasta de una belleza apacible pero lo rigores del invierno con sus copiosas nevadas suelen causar contratiempos y a veces catástrofes.



Así se llega al legendario Puente del Inca maravilla natural que parece esculpida la roca y en donde antiguamente había un hotel muy famoso como ya no está más en pie integra un programa de visitas a viejos hoteles abandonados con famas y fantasmas incluidos. 



El Hotel Terma Puente del Inca abrió sus puertas 1925 su poder de convocatoria recibía en las vertientes naturales de la que brotaba agua a una temperatura de entre 34 a 36 grados y con grandes poderes curativos.

Hoy el Hotel está destruido apena se observan construcciones y sus ventanales hechas por la mano del hombre y que parecen empotradas en la piedras misma.



La principal causa de la existencia de este hotel eran los "baños termales" que hasta hoy en día se pueden apreciar. La mayoría de los visitantes del hotel eran turistas de gran edad para tratarse sus enfermedades con las aguas termales curativas. Y también los aventureros que tenian como objetivo subir el Aconcagua

El puente ha sido declarado monumento natural y ya no se permite el paso por el puente ni a vehículos y a hombres. Cuando estaba el hotel en funcionamiento los autos tenían que atravesarlo para dejar a los huéspedes.



En esta imagen se pueden apreciar distintas partes del hotel como el comedor, el solar, la plaza de juegos, la entrada al hotel, la gerencia y tres claraboyas que se encargaban de hacer entrar luz a los túneles que se dirigían del hotel a las termas.



El alud aquel fatídico día de agosto, el famoso alud se produjo por tempestuoso temporal de alta montaña en la zona, casi 7 días nevando continuamente, provoco una gran acumulación de nieve en las copa del cerro banderita sur, (cerro cercano al hotel por no decir pegado al hotel), un fuerte viento acarreo la avalancha que le dio fin a uno de los más novedosos y lujosos hotel de la nación.

Se destruyo todo el comedor y la mayor parte delantera del hotel, solo quedo en pie una pequeña parte de trasera del hotel. Hasta el Puente del Inca quedo totalmente sepultado por la avalancha.

Por suerte en el hotel no había huéspedes, ya que con el temporal bajaba muchísimo el turismo en la zona.

Existe mucha controversia sobre si este fue el verdadero final del hotel:


La avalancha que cayó del cielo



Puente del Inca, a 40 kilómetros del Aconcagua, fue escenario de un suceso que aún resulta, para algunos, inexplicable.

A veces el inconsciente colectivo, para no enloquecer, prefiere no ver ciertas cosas y nosotros, ínfimos componentes de aquél, nos inventamos historias de guerras frías y máximos secretos que sonarían divertidas en otro contexto.

Aquí cabe la historia que me propongo contar. Porque a la vista de las evidencias físicas, la proximidad histórica y los contradictorios comunicados oficiales, nos obliga a concluir que sólo una colectiva necesidad de mirar para otro lado puede explicar el vacío de ignorancia en que ha caído este suceso.

Situémonos geográficamente. El caso ocurre en Puente del Inca, un agreste paraje ubicado en la cordillera de los Andes, a 40 kilómetros del Aconcagua, la montaña más alta de América y a 180 de la ciudad de Mendoza, capital de la provincia del mismo nombre. Puente del Inca se llama así por una formación natural de piedra tallada por la acción erosionante del río Las cuevas, y allí se abren cavernas naturales con termas sulfurosas conocidas desde la antigüedad por los mismos incas, que habían extendido tan al sur su imperio, el Tawantinsuyu (“los cuatro rincones del mundo”) y denominado a esta “provincia” del sur el “Kollasuyu”.

Décadas atrás, se construyó allí un hotel con galerías subterráneas que permitían aprovechar aún en el más riguroso invierno esas termas, y Gendarmería Nacional, por ser paso fronterizo a la hermana república de Chile, supo destinar allí un destacamento que habría de cumplir un importante papel en este relato.

Conocí Puente del Inca en el 73, en épocas de gobierno militar cuando los gendarmes impedían el paso de civiles al lugar de la acción. En febrero del 92 y camino al Aconcagua pude, en cambio, examinarlo a mi antojo y confirmar las impresiones que adelantara en 1978 en mi libro Triángulo Mortal en Argentina.

En agosto de 1961 esa región estaba aún mucho más deshabitada que ahora, lo que no es poco decir. En el hotel se alojaban unos 30 turistas que alternaban su tiempo en las termas y paseando por el paisaje nevado.

La madrugada del día 16 un cable alteró las redacciones de los medios periodísticos nacionales. Era la reproducción de un comunicado oficial que informaba que una avalancha había arrasado el hotel matando a la mayoría de sus ocupantes. Apenas una docena había sobrevivido y las informaciones, fragmentadas a causa (se decía) del mal tiempo que dificultaba las tareas de socorro tienen su contraparte: en camino a sus países de origen, un grupo de visitantes extranjeros desmintió la versión de la avalancha; ellos hablaban de una “bola de fuego” que procedente del fondo del valle -en dirección a Chile- y desplazándose horizontalmente se había llevado por delante el edificio y retomando luego altura se perdió entre las estribaciones cordilleranas.
Horas después, un comunicado de Gendarmería (que rápidamente acordonó el lugar, manteniéndolo lejos de miradas indiscretas por 20 años) sustentaba la “hipótesis del meteorito”. Pero, ¿dónde estaba éste? Aún más: ¿quién ha visto un meteorito que vuele horizontalmente y luego se eleve?

¿Qué pasó a partir de allí, se preguntarán ustedes? Pues nada. Durante los gobiernos militares en Argentina nunca fue saludable preguntar demasiado y en el pasado, los interregnos democráticos siempre tuvieron las sombras de uniformes planeando sobre ellos. Pero yo recordaba otras cosas.

Recordaba setiembre del 74, en que un poblado de Turquía fue arrasado en similares circunstancias, falleciendo tres personas (el famosísimo caso de Saladare). En esa ocasión, el ovni (pues de eso se trataba, al fin y al cabo) incluso se detuvo unos segundos sobre una carretera, fundiendo el asfalto en una dilatada extensión.

Recordaba los relatos de indígenas del norte argentino, sorprendidos por el paso de los aviones pero impertérritos ante las “pahuas chascas” (“estrellas voladoras”, en quechua), luces misteriosas que durante siglos -según contaban- bajaban y ascendían de los cerros.

Caminé mucho por las ruinas del hotel y dos detalles terminaron de cimentar mi teoría del ovni.

1) La distancia entre el hotel y los cerros, que exigiría una masa de nieve imposible de acumularse para, tras subsistir al recorrido de esa distancia, provocar una catástrofe de tal envergadura.

2) Fundamentalmente, la parte destruida de los edificios mira hacia el interior del valle, mientras que las espaldas del hotel se encuentran relativamente intactas y no al revés, como hubiera sido dable esperar si la avalancha se hubiera precipitado de las montañas. Porque, que yo sepa, ninguna de aquellas se hubiera paseado desde el cordón montañosos del otro lado, atravesando la planicie, sorteando ríos y profundos cañones para “atacar” por el frente a la construcción.

Si ha habido otras evidencias, los militares se encargaron de llevárselas, o los habitantes de la incipiente aldea que ha nacido acotando el par de hosterías para montañistas las confundieron al emplear parte de los restos como materiales improvisados de construcción. Sin embargo, casi 50 años después la pregunta sigue flotando en el valle, entre el susurro del “viento blanco” y los espíritus incaicos: 

¿Qué fue lo que arrasó el hotel?

Yo creo conocer la respuesta.



Del hotel queda muy poco a la vista, se levantan al cielo desnudos impotentes, muertos, algunos muros de ladrillos. Las paredes no son seguras y tampoco se recomienda andar por la parte subterránea del viejo hotel. 
Porque el Hotel puente del inca tenia pasadizos por debajo de la roca que conectaban con los pile tones de agua termal que estaban donde se ven las ventanas pero esos sitios hoy están tapados por el barro, el olvido y el abandono y no conviene aventurarse por allí.



A 16 kilómetros de Puente del Inca, precisamente en Las cuevas otro alud arraso con toda la población de allí. Murieron 42 personas. Tiene importancia por ser la última población de la ruta Nacional Nº 7 que es uno de los principales corredores del Mercosur que comunican Argentina, Brasil y Chile y en la localidad de Puente del Inca murieron 7 personas por asfixia algo que es mucho para la escasa población de ese lugar.

A la vista son todos escombros en sus buenos tiempos el hotel tenía un parque con arboles alrededor.



Lo que nadie sabe es que los aluds en Puente del Inca y Las cuevas son muy frecuentes y que días antes de la tragedia el Pronosticador Bernardo Rasquin había anticipado que iba a ocurrir algo muy grave en Puente del Inca y las Cuevas. Rasquin era un hombre muy respetado porque parecía que tenia poderes ocultos para adivinar el futuro anunciaba los desastres meteorológicos como este que lo anuncio por radio.



Actualmente Bernardo está muerto, está enterrado en cementerio andista que es también cementerio de Puente del Inca.

Nadie le prestó atención a sus facultades anticipatorias, la nieve al parecer es un enemigo silencioso.


El 15 de Agosto de 1965 fue el ultimo día que funciono el hotel, hotel que estaba unido al gran coloso de América, el Aconcagua, la montaña más alta del continente.



En verano muchos de los montañistas que se aventuran a subir por la gloria desafiando los rigores climáticos del ascenso sobre todo la falta de aire a más de 6.000 metros sobre el mar siguen alojándose en una hotelería que lleva el mismo nombre que el viejo hotel Puente del Inca.



Puente del Inca


Es una maravilla natural geológica en forma de arco, única en el mundo, llamada Puente del Inca y declarada Monumento Natural. Esta a 2.720 metros sobre el nivel del mar y a unos 183 kilómetros de la Ciudad Capital de Mendoza, en plena Cordillera Principal.



Esta colosal obra de la naturaleza tiene 48 metros de largo, 28 de ancho y una altura de 27 metros sobre el rio de las Cuevas.

El puente está encerrado por montañas algo que parece inofensivo, pero que en los inviernos constituye un grave peligro. En pleno invierno la acumulación de nieve puede llegar a los 2 o 3 metros, además esta al pie de una ladera. Tan solo al redor del puente hay entre 5 y 6 canales de avalancha que son los canales o cárcavas que se forman naturalmente en forma de cordónn y desembocan todos en las cercanías del túnel.

Más allá de tener una belleza escénica y paisajística, con un tono naranja, amarillo y ocre debido a la acción del rio y las aguas termales, adquiriendo una apariencia de "petrificado". Contiene una historia muy rica que es el que realmente le da su nombre, fue utilizado por una de las columnas del Ejercito Libertador.



Nadie sabe a ciencia cierta por que el lugar se llama Puente del Inca, no son pocos los que descartan de plano que el topónimo tenga que ver con los Incas para ellos los Incas aun en el apogeo de su imperio nunca llegaron más abajo del lago Titicaca o sea Puente del Inca seria un nombre simbólico. 

Otros en cambio creen que los Incas llegaron a estas tierras por lo que los baños termales también se lo conocen como Baño del Inca.



Como todo, esto también tiene una leyenda:

Mucho antes de la llegada de los españoles un gran jefe inca tenía un hijo afectado de parálisis, y luego de intentar todo tipo de curas sin resultado escuchó que tierras al sur existía un lugar donde las aguas curativas podían terminar con su desgracia. Preparó entonces un grupo con los mejores guerreros y se dirigió hacia allí. Cuando llegó, observó asombrado las famosas aguas que salían de la tierra; pero de ellas lo separaba un río torrentoso que le impedía llegar. Sus guerreros, sin dudarlo, se abrazaron unos a otros formando un puente humano, y de ese modo llegaron hasta el otro lado. El inca caminó por encima de sus espaldas con su hijo en brazos y llegó hasta la terma en donde encontró la ansiada cura. Cuando volvió su mirada atrás para agradecerles a sus guerreros, éstos se habían petrificado y constituían ya lo que hoy conocemos como el famoso ''Puente del Inca''.

La historia parece muy fantástica pero como toda leyenda se asienta sobre una verdad y la verdad es que las propiedades minerales de las aguas hace que si uno sumerge cualquier objeto bajo el agua antes de los 46 días lo sacara petrificado


Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: copernico Enviado: 05/08/2013 19:39
La noche del miércoles 18 hacía 25 grados bajo cero en Las Cuevas, un caserío empotrado en una hondonada, al pie del Cristo Redentor y a un kilómetro y medio de la frontera con Chile. Era, entonces, apenas un páramo blanco. La mitad de los edificios yacían bajo una espesa mortaja de nieve y el silencio se quebraba, a veces, por el acompasado siseo de las palas y el llanto de los sobrevivientes. A ratos, también, silbaba el viento blanco, filtrándose entre las rendijas de la Hostería.
Juan Crucil, el dueño, abrió la puerta y trajo una mala noticia: otro alud se había precipitado sobre el tanque cisterna y lo había destruido, a 500 metros de allí. Pero a nadie sorprendió, Endurecidos por el frío y la resignación, ya nada podía importarles a los cuatro obreros del ferrocarril, acodados en torno de una mesa, jugando al truco, "Están jugando con los naipes de un compañero muerto", explicó el doctor Raúl Rodríguez Minola (33 años, una hija). Los naipes habían sido rescatados de un derrumbe y hubo que limpiarles las manchas de sangre para que los sobrevivientes pudieran entretenerse en algo, tras 36 horas de espera. Exactamente a las 22,40 del domingo, cuando una gigantesca masa de nieve y piedras se abalanzó sobre el sector Este del villorrio y aplastó quince casas, el barrio obrero íntegro.
Nueve horas antes, una calamidad semejante había abatido el Hotel de Turismo de Puente del Inca, a unos 20 kilómetros de Las Cuevas, camino de Mendoza. Desde la cumbre del cerro Banderita Azul, una avalancha de hielo y piedra destruyó las 7 décimas partes del Hotel y una endeble capilla aledaña, abriendo la marcha de lo que sería un largo convoy de ataúdes y clausurando la esperanza de recuperar con vida a las víctimas que engrosaron el rubro de los desaparecidos, el más numeroso. "Los encontraremos en verano, cuando la nieve se derrita", musitó un baqueano del lugar.
Hacia fines de semana, los ocho cadáveres de Puente del Inca y los cuarenta de Las Cuevas reflejaban someramente las proporciones de la catástrofe y contribuían a precisar sus consecuencias, al menos las inmediatas.
Después de los aludes, Puente del Inca y Las Cuevas quedaban libradas casi a sus propias fuerzas, porque los medios carreteros se interrumpían a partir de Polvaredas, un miserable paradero de ómnibus, junto al río Mendoza, a 48 kilómetros del puente del Inca y a 55 de Uspallata, cuartel maestre de médicos y destacamento de rescate.
Sin embargo, las cifras no consiguen transmitir la desolación que sofocó a los sobrevivientes, ni tampoco el fervor épico que empujó a las primeras brigadas da auxilio a desafiar las agujas de hielo que corrieron en Puente del Inca, la noche del domingo, a 120 kilómetros por hora. El huracán y los 12 grados bajo cero impidieron, esa noche, que soldados de la Compañía de Esquiadores de Alta Montaña pudieran intentar cualquier maniobra de salvamento. Apenas si pudieron arrojar, a través de un hueco, un par de mantas a un mozo del Hotel, Genaro Frivallo, atrapado entre las ruinas, taponado hasta la cintura por la nieve. "Pedía que lo matáramos, que no prolongáramos su agonía", recordó un conscripto. Frivallo fue liberado la mañana del lunes, pero sólo para, morir horas después.

El infierno blanco
La anécdota se repite hasta el cansancio. Voces que plañen el mismo desconsuelo, secan de lágrimas los ojos de los sobrevivientes, Juan Crucil (27 años, un hijo), que hasta hace diez días repartía su tiempo regenteando la única hostería de Las Cuevas y ejerciendo la intendencia de la aldea, esbozó una pálida sonrisa: "Le puedo contar diez historias igualitas -confió a Primera Plana-, todas las que quiera. Empezando por la señora de Lobos."
La señora de Lobos persistió 48 horas sepultada bajo las ruinas de su casucha, con una viga que apretaba sus piernas y una roca de sesenta kilos sobre la espalda. El viento blanco ("Imposible andar con anorak; una nieve molecular se filtra por los resquicios del cierre relámpago; nadie resiste más de un par de horas") postergó su rescate, hasta que, por fin, amainó, la noche del martes 17. "Demasiado tarde, Cuando le quitamos la piedra de encima alcanzó a agradecernos, pero murió en seguida, carcomida por la gangrena."
Primera Plana participó del cortejo que la población de Las Cuevas convirtió en un funeral simbólico para honrar a todos sus muertos. Pero a lo largo de esa inmensa avenida blanca, ninguno de quienes arrastraban el féretro quitó los ojos de encima a un glaciar que se alzaba agorero frente a ellos. Andaban pesadamente sobre esa playa de hielo, alfombrada de techos, como si estuvieran ya condenados, Aun así, ensayó alguna sonrisa: "Si se desmorona el Hombre Cojo —el glaciar—, entonces sí que ni noticias de Las Cuevas." Pero el peligro más inminente, según el doctor Rodríguez Minola, residía en algunas piedras ("Como aquélla, ¿la ve, allá, quietecita?") que quedaron a mitad de camino.
Esas presencias recluyeron a un segundo término el peligro que significaba el desborde del río Mendoza, cuyo curso fue taponado por los aludes frente al Hotel de Puente del Inca y a pocos kilómetros de la ciudad de Tupungato. A mediados de semana, aviones de la IV Brigada Aérea, con asiento fin El Plumerillo, lo sobrevolaron para determinar el riesgo de inundaciones y, consecuentemente, la necesidad de un bombardeo.
Hasta entonces, esas tareas de reconocimiento —con excepción del puente aéreo que establecieron tres helicópteros, uno de Agua y Energía y los otros del Ejército— constituyeron toda la ayuda prodigada a la población de Las Cuevas. "La radio dijo que llegaron 300 soldados y, como usted ve, es una gran mentira", bramó Crucil, angustiado por la lenta evacuación de heridos, a no más de tres por helicóptero. "La única presencia militar fue la del general José Jaime Toscano (comandante de la Cuarta Brigada de Infantería de Montaña, de Uspallata), en una corta visita de inspección. Y lo peor es que cuando decidió volver a Polvaredas, postergó a una mujer y su hijo que aguardaban turno para ser evacuados."
Otro militar, el coronel-médico Ernesto Agustín de Palacios (44 años, tres hijos), que compartió con Rodríguez Minola los trajines de salvamento, fue el único uniformado que no cejó ante el impedimento de un tren de auxilio militar encallado en la nieve. "Insistí para que fletaran desde Mendoza un DC3 provisto de esquíes, cuyo aterrizaje era posible en la Quebrada Matienzo, un valle de 20 kilómetros de longitud, a 3 kilómetros de Las Cuevas. Nadie me hizo caso", protestó Rodríguez Minola. Debieron caminar dos días hasta Polvaredas, antes de llegar al epicentro del desastre.

El llanto de los millonarios
Igualmente azaroso resultó el itinerario que debió cumplir Primera Plana para alcanzar Las Cuevas. Sortear los muros de hielo, enquistados sobre los caminos de cornisa, era un impedimento menor comparado con la severa consigna impuesta por el general Toscano: prohibir el tránsito de todo vehículo que no sirviera expresamente al operativo de rescate.
El enviado de esta revista voló a Santiago de Chile y de allí a Los Andes y Río Blanco; un helicóptero particular lo acercó a Portillo, el lujoso hotel instalado frente a la Laguna del Inca, a 17 kilómetros de la frontera argentina,
Portillo vivía, el miércoles 11, la elegante víspera de un Campeonato Mundial de Esquí: el hotel congregaba a 350 play-boys, señoritas de la aristocracia europea y deportistas, para quienes los 4 mil pesos diarios de hospedaje resultaban tolerables. Fuera de programa, al amanecer del jueves "y después de una intensa noche de conga",. según Alta Rockefeller, un zumbido que terminó en renco estrépito y que hizo temblar los cimientos del hotel y electrizó a los huéspedes. A unos cien pasos del edificio, una mole de hielo había sepultado la Casa Redonda, un anexo, y muerto a sus cinco ocupantes.
Al rato, un vendaval de nieve incomunicó a Portillo del resto del mundo.
"Todos estábamos dispuestos a cooperar, utilizando sondas para descubrir a los sepultados —contó Alta Rockefeller (24 años, bisnieta de John Rockefeller, casada con el uruguayo Guillermo Palmer y residente en Buenos Aires) —, paro la tragedia recién comenzaba," La montaña bramó de nuevo y otro desprendimiento amenazó con estragar a los voluntarios, desde entonces absorbidos por el pánico: el personal del hotel desertó de su trabajo y emprendió la retirada, a pie, hasta Santiago. Hubieran llegado, a expensas del llanto de los multimillonarios, si no fuera porque otros aludes los impulsaron a quedarse quietos y encomendarse a Dios. Tal vez los detuvo la milagrosa aparición de Dick Hawkins (20 años, esquiador norteamericano), liberado de su tumba de la Casa Redonda, de la que emergió dos horas después del derrumbe, en calzoncillos, Su lugar fue ocupado por Alfredo Fraga, fotógrafo del matutino La Nación, de Buenos Aires, víctima de una bronconeumonía.
Al mediodía del miércoles 18, el subteniente Vergara Muñoz, al mando de una patrulla de la Escuela de Alta Montaña de Chile, arribó a Portillo: "Buscamos al periodista argentino que quiere ir a Las Cuevas." Fue el comienzo de una peregrinación de 20 kilómetros, cerros arriba, en marcha forzada sobre senderos de escarcha. Hundirse hasta los tobillos, el rumor de las avalanchas a lo lejos, y el fantasma del apunamiento, acechando, significaban un peligro despreciable: "Mucho peor es quedarse quieto, hay que seguir", azuzaba Vergara Muñoz, temeroso del frío y el congelamiento, "Hay que seguir, hay que seguir," Luis Guajardo Castillo, un obrero chileno, repitió la frase incansablemente durante todo el trayecto, las siete horas ininterrumpidas que demandó divisar los techos de Las Cuevas. Allí, Guajardo se arrodilló ante los escombros de la casa de su hermana, "Todavía no la hemos podido sacar", le dijeron.
Tampoco pudo rescatarse el cadáver da Bernardino Vera, cuya mano afloraba entre un bosque de astillas. Esa mano, sucia de barro y apenas crispada, enfrentó a los sobrevivientes a su propia impotencia, y los acercó a la furia cuando fueron notificados de que el gobierno argentino había desechado la ayuda de patrullas con víveres y medicamentos, dispuestas desde la Escuela de Alta Montaña de Río Blanco, Chile. "Al principio dijeron que sí —había dicho el comandante Reyes a Primera Plana—; después hubo contraorden. No la necesitan."

Los héroes desolados
"No, señor, carne tenemos. Sólo que yo no la puedo cortar. ¿Me ayuda?" Sonriente, en la hostería de Crucil, Segundo Madrid (19 años), era uno de los agradecidos beneficiarios de un hacendado anónimo que donó 25 cabezas de ganado para que los sobrevivientes de Las Cuevas no pasaran hambre. Con su mano vendada, Madrid pugnaba por cortar su churrasco, y sonreía. Después de un cotejo de opiniones, era el único de los moradores de la zona "que preferiría quedarme aquí, yo nací aquí, ¿por que habría de irme?" No lo amedrentó su zumbido que escuchó 'la noche del rodado', mientras él estaba en el baño y, de pronto, se abrió la puerta y lo anegó una ola de nieve. "Con esta mano golpeé el vidrio de la ventana, hasta romperlo", memora. Salió por el boquete a una intemperie arrasada por el viento blanco, "y estaba desnudo, ¿sabe?"
Gerardo Cirica, sentado a su lado, lo palmeó: "Es nuestro héroe, Apenas salió afuera, lo primero que hizo fue pedir que salváramos a sus padres. Y hubo que encerrarlo para que no ayudase en la tarea de rescate. ¡Imagínese, desnudo!" Cirica (30 años, obrero de la usina) comandó esa misión y puso a salvo a los padres de Segundo, pero cuando se disponía a liberar a otras dos mujeres de la familia, una nueva marejada aplastó la casa, la hundió bajo la superficie.
El jueves, alrededor de sus churrascos, los hombres de Las Cuevas volvieron a reír cuando Segundo reveló su secreto; "Ustedes me encerraron, pero yo pude escapar de nuevo, porque oí llorar a un chico. Lo fui a buscar y me lo traje a babuchas." Esa risa no era nueva: se plasmó en la veintena de rostros curtidos que a lo largo de la semana pasada constituían el piquete de salvamento de sus propios vecinos. "Una manera de mantenernos animosos. Abríamos boquetes y contábamos chistes." Pero la mueca se diluyó abruptamente, ese mediodía, cuando un zumbido flotó por encima de la casa y alguien gritó: "¡Rodado!" Una falsa alarma: en ese momento descendía el helicóptero de Agua y Energía para evacuar a las últimas mujeres.

Las espadas de hielo
Entre ellas, Zulema Arias de Aguilera y su hija Angélica, rescatadas de entre las ruinas de su casa varias horas después del derrumbe, y protagonistas de una alucinación que no había epilogado hacia fines de semana. En el hospital Emilio Civit, no paraban de contar cómo Roy y Terry, dos cuzcos viejos que habían adoptado hacia ya años, las salvaron de morir ateridas de frío, echados sobre sus piernas, lamiéndolas. "No oímos ningún ruido —recordó la madre—; simplemente que todo se vino abajo y que los tirantes del techo nos apretaron contra el piso. No podíamos incorporarnos, ni sentarnos, sólo quedarnos quietas oyendo el crujir de las maderas". La señora Aguilera suspiraba por ver a sus otros dos hijos y a su madre ("Que están a salvo, por suerte", dijo), sin sospechar que Crucil había desechado ya la posibilidad de obtener siquiera sus cuerpos. "En verano, cuando la nieve se derrita."
La abnegación de Roy y Terry no alcanzó, sin embargo, a disipar el peligro que suponían los perros vagabundos, a los que Rodríguez Minola perseguía revólver en mano, "porque no vamos a dejar que se coman a los muertos." Era la primera de las maniobras preventivas, cuya culminación sería la de diseñar casas con amplios subsuelos, especies de shelters capaces de resistir el envión de una avalancha lanzada a 500 kilómetros por hora, "como la que sufrimos." Pero la idea de reconstruir Las Cuevas siguiendo el modelo de las aldeas de montaña de los Estados Unidos perecía sometida a una pesquisa que hacia fines de semana iniciaron algunos idóneos. ¿Por que se produjeron los aludes? ¿Por qué todos, casi simultáneamente, en mitad de un invierno no tan crudo como los anteriores?
En tanto el geólogo José Perinetti, de YPF, se acercó cautelosamente a la tesis echada a rodar por los baqueanos de alta montaña (que situaron su origen en los desplazamientos de rocas producidos durante el sismo del 28 de marzo último, con epicentro en plena Cordillera, a 195 kilómetros de Mendoza), el ingeniero Juan Barbera, de Vialidad Nacional, se inclinó por lo más obvio: "Demasiada nieve sobre las laderas." En tal caso, el sol límpido instalado sobre Las Cuevas y Puente del Inca, a partir del miércoles, inauguraría una escalofriante espera: "la de nuevas embestidas ni bien las masas de hielo se despeguen de las rocas.
(Primera Plana agradece a la revista chilena Ercilla y a la Escuela de Montaña de Río Blanco, Chile, la inestimable ayuda prestada a su redactor.)
revista primera plana
24 de agosto de 1965



 
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