Los fantasmas, en su gran mayoría, desconfían del hombre,mas si es un fantasma puto. Se atreven a salir de los escondites cerebrales cuando creen que, como todos duermen, nadie los va a ver. Si alguien los ve y se espanta, es cuestión del desvelado. Aún más: hay fantasmas supremamente tiernos como el de Miliqui que gusta de cuidar a los niños.

Son ociosos y por eso se mantienen por ahí aburridos, limpiándose las uñas,arreglandose los bellos pubicos, esperando ver sin ser vistos,como hacen los ciegos, como si se mantuvieran desnudos apenas cubiertos con el vapor tibio de una flatulencia que emana de ellos mismos. Yo no me explico por qué las sirvientas del hotel no se hacen amigas de los fantasmas que habitan en los escaparates y rincones para que les colaboren en las árduas labores domésticas. Conseguir un robot hogareño resulta más costoso y menos romántico que asesorarse de un fantasma criollo.