La joya Perdida
Cruzando el desierto, un viajero vio a un
árabe sentado al pie de una palmera.
A poca distancia reposaban sus caballos,
pesadamente cargados con objetos de valor.
Se aproximó muy preocupado.
-“¿Puedo ayudaros en algo?”
—¡Ay! —respondió el árabe con tristeza—,
estoy muy afligido porque acabo de
perder la más preciosa de las joyas.
-¿Qué joya era esa? —preguntó el viajero.
—Era una joya —
le respondió su interlocutor—
como no volverá a hacerse otra.
Estaba tallada en un pedazo de piedra de
la Vida y había sido hecha en el taller del tiempo.
Adornábanla veinticuatro brillantes alrededor
de los cuales se agrupaban sesenta más pequeños.
Ya veis cómo tengo razón al decir que joya
igual no podrá producirse jamás.
-"A fe mía —dijo el viajero—
vuestra joya debía ser preciosa".
¿Pero no creéis que con mucho dinero
pueda hacerse otra análoga?
—La joya perdida —respondió el árabe,
volviendo a quedar pensativo—,
era un día: y un día que se pierde no
vuelve a encontrarse jamás.
Ésta es una gran verdad. No dejes que se pierda
una hora en tu vida que podría ser muy productiva.
Horas diarias pasadas frente a un televisor, o
simplemente platicando con amigos sin que sean
realmente productivas, es una joya perdida.
Hoy invirtamos mejor el tiempo, primero con
Dios, luego con la familia y en tercer
lugar creciendo como personas.