Alabado sea
Jesucristo…
Un remedio seguro para la furia que producen los pequeños
altercados de nuestra vida cotidiana es relajarnos ante el embotellamiento del
tráfico, la cita no cumplida, la pérdida de información vital, y decir:
"Ser humano no es difícil". Quizás no remedie nuestra frustración por
mucho tiempo, pero vale la pena practicarlo. Muchos de nuestros problemas
surgen al olvidarnos de lo difícil que es.
Con frecuencia fijamos estándares de conducta
inalcanzables, especialmente para nosotros mismos. Somos criaturas complejas y
maravillosas que poseen muchas habilidades, pero nuestro afán de perfección
frustra nuestra capacidad de goce.
Ser humano es difícil y lo hacemos en forma imperfecta. Y
cuando combinamos nuestro esfuerzo con el de otros, construyendo un edificio o
representando una obra, multiplicamos nuestras imperfecciones, lo mismo
nuestras habilidades. Aun así, nos
necesitamos mutuamente.
Si podemos desapegarnos de la ira y de la decepción y
reflexionamos acerca de lo maravilloso que es poder hacer cualquier cosa,
podremos recordar amarnos a nosotros mismos y a los demás por nuestra
complejidad y por nuestra simplicidad humana.
¡Buenos días!
¿Qué traerá este día?
La oración
humilde y confiada conmueve el corazón de Dios. A nosotros también nos
enternecen los niños cuando con encantadora espontaneidad nos piden que les
ayudemos a hacer un dibujo, a atarles los cordones de los zapatitos, etc., y no
podemos negarnos. Su humilde confianza nos impulsa a prestarles cualquier
servicio.
¡Lo que tú quieras, Señor!, pero te pido fe para mirarte en todo,
esperanza para no desfallecer, caridad perfecta en todo lo que haga, piense y
quiera. Dame paciencia y humildad. Dame desprendimiento y un olvido total de mí
mismo. Dame, Señor, lo que tú sabes me conviene y yo no sé pedir. ¡Que pueda yo
amarte cada vez más y hacerte amar de los que me rodean! ¡Que sea yo grande en
lo pequeño! ¡Que siempre tenga el corazón alerta, el oído atento, la mente
activa y el pie dispuesto! ¡Derrama, Señor, tus gracias sobre todos los que quiero!
Amén.
La oración que
haces al comenzar la jornada y al terminarla, es la expresión de tu amor y
confianza en Dios. Entre estos dos momentos, si amas de verdad a Dios con toda
el alma y con todas las fuerzas, como dice la Palabra, de alguna manera el recuerdo
y la presencia del Señor te acompañarán en las variadas tareas de tu jornada.
Padre Natalio