Si enfrento retos desconcertantes o angustiosos, me dirijo a mi interior para evocar la comprensión divina. Desde una perspectiva humana, la vida puede parecer injusta; pero desde una perspectiva divina, cada experiencia tiene significado.
Las situaciones difíciles son como los tropiezos de la niñez que nos ayudaron a aprender y a crecer, aun con lágrimas. En retrospectiva, me doy cuenta de que fueron esenciales para mi crecimiento.
Soy consolado y fortalecido a medida que mi comprensión se profundiza. En momentos de duda, mantengo mi conciencia fija en la Verdad mayor. Mi mente y corazón están en paz según confío en la bondad eterna de Dios.
El Dios de ustedes dice: “Consuelen, consuelen a mi pueblo”.—Isaías 40:1
Recibo inspiración del Espíritu y creo una vida dichosa.
Atesoro mi capacidad de crear, de recibir inspiración del Espíritu y de utilizar el poder de mis pensamientos, palabras y acciones para manifestar ideas divinas en el mundo físico.
En mi centro descansan el poder y la guía omniscientes del Universo. Mi fuente divina tiene todas las ideas y respuestas que necesito para crear una vida maravillosa de dicha y gozo. Mi trabajo es diseñar esa vida y pedir al Espíritu que me guíe a manifestarla.
A medida que recibo inspiración, presto atención a lo que debo hacer. Confío en el poder de las ideas que recibo y me doy cuenta de que estoy aquí para vivir con felicidad y amor. Merezco ser inspirado por el Espíritu. Merezco vivir dichosamente.
Tú, que habitas en los huertos, los compañeros escuchan tu voz. ¡Házmela oír!—Cantares 8:13
Si enfrento retos desconcertantes o
angustiosos, me dirijo a mi interior para evocar la comprensión divina.
Desde una perspectiva humana, la vida puede parecer injusta; pero desde
una perspectiva divina, cada experiencia tiene significado.
Las situaciones difíciles son como
los tropiezos de la niñez que nos ayudaron a aprender y a crecer, aun
con lágrimas. En retrospectiva, me doy cuenta de que fueron esenciales
para mi crecimiento.
Soy consolado y fortalecido a
medida que mi comprensión se profundiza. En momentos de duda, mantengo
mi conciencia fija en la Verdad mayor. Mi mente y corazón están en paz
según confío en la bondad eterna de Dios.
El Dios de ustedes dice: “Consuelen, consuelen a mi pueblo”.—Isaías 40:1
El Cristo morador es la sabiduría de Dios. Está disponible para mí constantemente. Sin embargo, en medio de un día estresante, cuando la tensión o la preocupación acaparan mi mente, quizás no pueda percibir Su sabiduría.
Hago una pausa durante el día para ir a mi interior. Noto cómo se siente mi cuerpo. Si estoy ansioso, respiro suave y profundamente y permito que cualquier músculo tenso se relaje. Observo mis pensamientos. Cualquier turbulencia en mi mente se disipa cuando afirmo: El Cristo en mí guía mi camino.
Siento que mi mente se aclara. La sabiduría y la comprensión divinas son reveladas. Sigo la guía de mi Cristo morador para crear paz, para avanzar con confianza y para disfrutar de la vida.