Brasil fue eliminado del Mundial 2014 al caer 7-1 ante Alemania. Foto Reuters
Un panzer aplastó a Brasil, apagó de forma humillante la fiesta, y en efecto, hizo olvidar el Maracanazo, pero por algo peor, una goleada épica a manos de la formidable Alemania. Resultó conmovedor ver los rostros de tragedia en el graderío, la afición ni siquiera tuvo tiempo de extrañar a Neymar, porque la principal ausencia, la primera que se notó y que anunció la catástrofe, fue la de Thiago Silva.
Sin Thiago la zaga verdeamarela fue un caos, parecía que nadie sabía a quién marcar o que los alemanes se multiplicaban mágicamente en el área. El carril derecho era una creciente desbordada por donde llegaban sin obstáculos y con mucha fuerza los bombarderos teutones, que en media hora hicieron añicos al pentacampeón y le rompieron el corazón a millones de torcedores.
Felipao, quien borró de un plumazo a jugadores como Ronaldinho y Robinho, y que en días pasados había admitido su 'neymardependencia' fue el primero que perdió el equilibrio, no se concentró en el ejército disponible ni en la estrategia a seguir, sino que se aferró al ausente y apeló a símbolos: quiso que la playera con el dorsal 10 estuviera ahí “para motivar”.
Brasil no gastó 11 mil millones de dólares para conquistar el tercer o cuarto lugar en su hoy calamitoso Mundial, pero pudo ser peor, porque la presión consumió a la Seleção desde la misma inauguración y en más de un partido recibió ayuda o una actitud omisa del arbitraje, no obstante, el anfitrión –como lo puso de relieve el Tri-- jamás mostró empaque de monarca.
Ninguna sorpresa con la Mannschaft. Es un equipo habituado a las instancias finales y Joachim Löw considera que tras diez años en la selección le llegó su momento. Empezó como auxiliar de Jürgen Klinsmann, quien en todo momento lo reconoció como su “cerebro táctico”, en julio de 2006 asumió el timón y carga con la frustración de 2010, cuando fue echada por España en semifinales.
Felipao siempre dijo que dormía tranquilo, pero Löw maquinaba incansable y confesó sus insomnios “desde hace meses”, se levantaba de noche y hacía anotaciones. Y es que a esta Alemania de Klose y Müller le urge un título; el primero lo conquistó en 1954, veinte años después ganó el segundo, dieciséis más tarde volvió a coronarse, en Italia 1990. Son ya 24 años de ayuno, y eso, para el orgullo teutón es demasiado.