Me fui a caminar sin saber a dónde, sólo caminar, lo necesitaba, estaba cansada de pensar en todo y en nada, en mi mente había nubes espesas donde se colaban pequeños rayos de luces hermosas, era mi sol interno que siempre iluminaba mis pensamientos. De pronto, vi a mi alrededor y mis pasos me llevaron a un lugar hermoso, no era un sueño, era la vida, la naturaleza, siempre ha estado allí, pero no me daba cuenta por mi vida cotidiana.
- Bueno-, me dije, - si llegué hasta aquí, voy a observar… Era el cielo más hermoso que jamás haya visto, azul brillante, un sol enorme y alucinante; entonces comprendí que las nubes estaban en mi mente y no me dejaban ver lo hermoso de afuera.
Seguí observando y estaban ellos: Los árboles, que eran mis cómplices, no decían nada, pero sólo su presencia me llenaba; luego, las aves, que con el movimiento de sus vuelos me llevaban a sitios desconocidos y sus cantares me relajaban el alma. Era un silencio hermoso, un silencio acogedor, ¡y pensar que ese ambiente siempre ha estado allí, pero pocas veces me había detenido a observarlo!... Me di cuenta que no hace falta escuchar otras voces para sentirse acompañado, que la vida es más que el quehacer diario, que la naturaleza está allí sólo esperando por mí, a que yo la quiera disfrutar…
Esa naturaleza que Dios nos regaló para que la gocemos...
- Bueno, se me pasó el día y ya me tengo que ir, fue hermoso y relajante, ahora me iré a mi realidad cargada de energía... He aprendido que esa energía sólo la conseguiré en mi interior, si me detengo a observar y amar mi alrededor... Ahora me iré con fuerza a comerme el mundo, porque de lo contrario el mundo me comerá a mí...