Érase una vez un Sueño que, cansado de la oscuridad nocturna de los ojos cerrados, quiso salir a contemplar la luz del día, se escapó de la noche e hizo realidad su sueño.
Se escapó en la lágrima de unos ojos que dormían. La lágrima resbalando por la mejilla izquierda llegó a la comisura de unos labios que suspiraban, y al suspirar la lanzaron al aire y con ella al Sueño. Éste se posó en la ventana y esperó a que el cielo se encendiese poco a poco.
Cuando el día empezó a quebrar la noche con su claridad y los primeros rayos de luz se abrían paso entre las sombras, el Sueño sintió cómo el calor del sol comenzaba a tocarle. Se estremeció fuertemente y cada vez que el sol más se desvestía de las nubes más imperceptible le era todo, la luz le cegaba. Sueño tuvo miedo y quiso hacer marcha atrás en su osada aventura. Intentó regresar a los ojos que aún dormían, pero le fue imposible articular sus alas, todavía estaban mojadas de lágrima. Pensó entonces en permanecer allí unos instantes más para que el sol con su calor secara sus alas.
Y así lo hizo aguantando la penetrante sensación de los rayos en su sensible piel. Pero el día en su pleno apogeo ofrecía un sol espléndido y radiante que no sólo secó las alas del Sueño sino que las quemó, y no sólo las alas. Todo el Sueño se quemó y quedó en la ventana convertido en un montoncito de polvo gris. Los ojos que dormían despegaron sus párpados avisados por la intensa luz que había comenzado un nuevo día.
Miraron hacía la ventana y se abrió de par en par para que todo el esplendor del sol entrara en la habitación. El polvo de Sueño se precipitó en el aire en miles de partículas que flotando con la brisa se alejaron cielo arriba en un suave vuelo.
Cuando se tiene la sensación de que has soñado este o cualquier otro momento de la vida, es que has respirado Sueño."
Autor: desconocido.