La noche
La noche se me abraza a la cintura,
enamorada impertinente, ciega,
que, narcotizadora, se me entrega
huérfana de pudor y vestidura.
La noche huele a ti, lasciva y pura,
virgen y cortesana; me doblega
y me hace libre, se adjudica y ruega,
amante joven y a la vez madura.
La noche, remolino de cien dedos
tejiendo y destejiendo los enredos
que ansía el corazón y urde la mente.
Me habla de ti la noche, de un encuentro
en que te abres a mí, y en ti me adentro;
la noche, que lo sabe o lo presiente.
Los Angeles, 2 de abril de 2006
Soneto Nº 1445