El sitio fundacional pudiera ser un buen punto para conocer la vieja villa de San Cristóbal de La Habana en su aniversario 495. Asentada frente a la bahía, su definitivo emplazamiento, se yergue la capital cubana, una ciudad para NO olvidar.
Indescriptible y pasional por cautivadora y enigmática, la quinta villa de Cuba fue fundada el 16 de noviembre de 1519 a la vera de una frondosa ceiba, ya reemplazada, que señorea en El Templete como aquella primera de su instalación. La Habana es una ciudad con vida propia y fortalezas inexpugnables como el Castillo de los Tres Reyes del Morro y La Cabaña, plazas, edificaciones coloniales y un emblemático paseo marítimo bordeado de mar: el Malecón habanero, uno de los sitios más populares y atractivos de la capital.
Acogedora y marinera, parece desandar los tiempos a la luz de sus amaneceres. Musa de poetas y cronistas, inspiradora de hermosos lienzos y composiciones musicales, la capital de todos los cubanos está simbolizada por una Giraldilla tan representativa como el viejo castillo del Morro. Patria chica de ilustres habaneros, como el Héroe Nacional José Martí, la ciudad se nos antoja irrenunciable y siempre a disposición de su gente.
Baluarte de cubanía desde los tiempos en que los piratas acechaban sus costas y el guanabacoense Pepe Antonio se batía en su defensa a La Habana hay que amarla y disfrutarla como algo propio, quizás por ese sentido de pertenencia que la identifica y que la hace placentera y sorpresiva siempre. Capital de luz y tonalidades únicas, arte y tradición forman parte del alma cubana y de sus conflictos.
Elegantes arcos y calles populosas, rítmicas y acogedoras, identifican a la urbe habanera, que se muestra a la contemporaneidad preservando sus maravillas arquitectónicas, rescatadas para la memoria y los sueños de sus pobladores. Instituciones, viviendas y espacios públicos se incorporan a la fisonomía actual con una imagen renovada, tanto en el ámbito constructivo como en la atinada proyección sociocultural de su obra.
Renacida entre bicentenarios paredes y mansiones que exhiben el esplendor de antaño, el nuevo rostro de La Habana impresiona desde su realidad, porque fundamenta su concepción en la relación creativa entre quienes la habitan y su entorno. Ese equilibrio entre el arte y la vida, la cultura y la historia, la tradición y el rejuvenecimiento son las señas identitarias de la capital y el alma de la Isla.
Esta es la herencia cultural de San Cristóbal de La Habana, declarada en 1982 Patrimonio, de la Humanidad por la UNESCO. Pero sobre todo, es el legado de una ciudad de misterio e intimidades. Basta acudir al Malecón al atardecer, para oír, oler, saborear y sentir en toda su plenitud el espíritu de de su gente. Y es que en La Habana vive lo interesante y lo ancestral, lo folclórico y lo popular, certificando cuanto de historia y de leyendas se esconden en los símbolos citadinos y en sus obras arquitectónicas más distintivas, sus paisajes y su bulliciosa manera de ver la vida para sacar lo mejor de su naturaleza generosa.