Al comienzo, dudaba que este poema fuera de Saramago. Pero sí le pertenece. También al comienzo pensaba en esa especie de coqueto ocultamiento de la edad que es bastante frecuente. Y absurda, porque nuestro aspecto, nuestra cara, muestra la edad que tenemos. La discriminación existe y tiene sus razones, pues se muestran las limitaciones físicas, primero, y mentales después, que nos aquejan.
En cierta oportunidd, la madre, muy anciana, de una amiga, me confesó que las mujeres, cuando recién entran en la vejez, se niegan terminantemente a confesar su edad, pero a medida que pasan los años, terminan por aumentársela, sólo para que les digan ¡qué bien te ves!