Cuando tengo que tomar una decisión o siento que se me llama en cierta dirección, puede que pida consejo a amigos; mas sé que mi asesoría verdadera proviene de mi fe y mi sabiduría internas.

Al orar, escucho los susurros divinos de mi corazón. Si percibo alguna duda, me vuelvo receptivo a la guía. Honro cualquier sentimiento de descontento, porque puede ser el factor que me empuja hacia adelante y me da el valor para continuar con fe. Dejo ir cualquier duda o temor. Suelto cualquier pensamiento de limitación o creencia de que no soy digno. Confío. Sé que al responder el llamado de mi corazón, todo estará en orden divino. Vivo mi verdad. Sigo mi corazón. Vivo en la plenitud del amor divino y de las posibilidades ilimitadas.

Piensa en esto: ¿Alguna vez has encontrado la presencia del silencio perfecto en el centro de tu ser? ¿Has descubierto la vida divina que mora en ti como una presencia de quietud? ¿Sabes que puedes tomar control de todos los asuntos de tu mundo simplemente sintiendo el poder de este silencio innato?

Mantén tus pensamientos centrados en Dios y no tendrás dificultad para conectarte con lo Divino. Las cosas no pueden molestarte en el silencio de tu interior. Los ruidos y la confusion no pueden existir en tu mundo cuando tu corazón está establecido en el silencio perfecto.

Dirígete varias veces al día a esta presencia de silencio. Ve esos momentos de quietud como oportunidades para recargarte de poder divino.

La paz mundial puede parecer un sueño imposible, mas tengo el poder de crearla cuando le doy expresión en mi vida. Martin Luther King Jr., dijo: “La paz no es simplemente una meta distante que buscamos, sino un medio gracias al cual llegamos a esa meta”. Es un estado de ser que comienza dentro de la persona. Al ser pacífico, creo paz.

La paz es mi práctica a medida que alineo mi corazón y mente con Dios. Cuando me dirijo a mi interior, al Silencio, me vinculo con mi Fuente infinita. Cuando centro mi atención en el Espíritu, mis palabras y acciones brotan de manera natural desde un lugar de paz. Interactúo con los demás afablemente y al hacerlo, ayudo a otros a sentir paz. Creo armonía en mi vida y en el mundo.

Pasar momentos tranquilos en la naturaleza, escribir en mi diario, orar y meditar, todo esto me apoya para acoger los cambios en la vida. Mi compromiso con mi práctica espiritual apoya mi evolución y crecimiento, y es parte natural de la vida.

En estos momentos tranquilos, me entrego a la corriente subyacente de bien que fluye en todo aspecto de mi vida. Dejo ir y comienzo a descansar en un estado de paz y confianza.

Los patrones de pensamiento o hábitos que me han estado reteniendo son reemplazados por conductas y pensamientos útiles y productivos. Al continuar creciendo espiritualmente, paso a la próxima fase de mi vida con eficiencia y gracia. Acojo con gozo a una nueva manera de ser al confiar en que mi mayor bien se desenvuelve.

Si puedo elegir, me siento en una silla cómoda. Si me dan la opción, puede que opte por circunstancias tranquilas. Sin embargo, hay momentos en que las circunstancias de la vida parecen todo menos cómodas debido a condiciones e influencias externas.

¿Dónde encuentro consuelo durante estos momentos? ¿Alivio del dolor, la angustia o la duda? Mi respuesta proviene de mi interior. Me aquieto, aunque sea por un momento. Percibo la presencia del Espíritu. Siento que el amor, la guía y la calidez de Dios me llenan y me rodean.

Recuerdo que dondequiera que esté, Dios está. Cualquier preocupación o intranquilidad desaparece a medida que la serenidad reemplaza toda incomodidad.